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La funcionaria que vivía en el juzgado

Entre 1988 y 1999, Gloria María de la Llana tuvo su casa en el palacio de justicia de Ourense, donde ejerce como titular desde 1986: “El edificio para mí es casi toda mi vida, le tengo un cariño especial”

En la cuarta y quinta planta del palacio de justicia estaban las viviendas: ocho para jueces, fiscales y el secretario de la Audiencia, una para Gloria y su familia. FERNANDO CASANOVA

En los trece trienios de carrera como funcionaria que acumula, no solo el trabajo sino también la vida en el palacio de justicia de Ourense tienen un significado especial para Gloria María de la Llana Rodríguez. Entre 1988 y 1999, esta experimentada funcionaria de la administración de justicia, natural de Gijón pero afincada en Ourense desde su incorporación con plaza fija en 1986, residió en el propio edificio.

Las plantas cuarta y quinta del emblemático inmueble de la plaza Concepción Arenal estaban reservadas para las viviendas del presidente de la Audiencia Provincial, el fiscal jefe, algunos magistrados y el secretario de la Audiencia. Gloria también tenía la suya, a cambio de asumir la responsabilidad del mantenimiento del edificio.

“Para mí es casi toda mi vida, le tengo un cariño especial”, asegura en la recta final de su etapa profesional, sin que haya decidido de momento la fecha para jubilarse, que tal vez llegue este mismo año. “Quizá sí, pero aún no lo sé con claridad. En cualquier momento”, despeja. “Aquí estoy bien, me gusta mi trabajo y el personal y los compañeros son maravillosos”, recalca.

Gloria, en su puesto de trabajo en la sección civil de la Audiencia Provincial. FERNANDO CASANOVA

En el mismo edificio, Gloria trabajó y vivió durante once años, junto a su exmarido y a su hijo, que pasó su infancia y adolescencia en la sede ourensana de la justicia, desde los 9 a los 20 años. “Él también guarda un recuerdo muy bonito”, comparte la madre. “Estudiaba en Salesianos y sus amigos venían aquí a jugar. Al estar en el centro hacía recados e iba al colegio y al médico él solo”, recuerda.

“Este es un edificio emblemático y me da pena que los trabajadores hubieran pasado de unas oficinas tan inmensas, ventiladas y bonitas a aquella cajonera”

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El niño se encargaba de apagar las luces del edificio judicial al final de la jornada. “Iba apagando todas las luces de los pasillos, planta por planta, hasta la tercera. Mi ex se encargaba de encender y de apagar la calefacción. Yo llevaba el mantenimiento del edificio, avisaba de las averías, me encargaba de reponer el gasóleo y también de hacer los pedidos y de entregar el material al servicio de limpieza”, explica la funcionaria, la única que tuvo vivienda en el palacio de justicia, el que albergó la mayoría de órganos judiciales hasta la mudanza de casi todos, en 2015, al nuevo edificio judicial de O Couto.

Desde el cambio, el inmueble de Concepción Arenal solo acoge la Fiscalía de Menores y las dos secciones –civil y penal– de la Audiencia Provincial, porque otros espacios han sido acondicionados en los últimos años para el archivo territorial de justicia o las instalaciones –separadas y con acceso independiente– de la Policía Autonómica.

“Este es un edificio emblemático y me da pena que los trabajadores hubieran pasado de unas oficinas tan inmensas, ventiladas y bonitas a aquella cajonera”, dice Gloria sobre el juzgado nuevo. “Que aquí haya espacios con archivos, con las persianas cerradas, también me apena”, añade.

Su carrera en la administración de justicia se remonta a principios de los ochenta. Comenzó como interina y trabajó en los tribunales de distrito durante más de tres años. “Aprobé la oposición pero el proceso estuvo congelado y nos colocaron muy tarde, así que entré de titular en 1985 y mi primer destino fue en A Cañiza. Al año siguiente ya me vine para Primera Instancia e Instrucción 2 de Ourense, con el magistrado Juan Manuel Alfaya, primero, y Ángela Domínguez-Viguera después. En ese juzgado estuve hasta que llegué a la Audiencia Provincial en 1991. Entonces era una sección única para civil y penal”.

Siempre ha ejercido como agente. “Tengo otra oposición de auxiliar pero nunca llegué a trabajar de ello porque no quería irme de Ourense”.

Gloria, ante el palacio de justicia. FERNANDO CASANOVA

En 1988, la funcionaria empezó a vivir en el edificio judicial y a ocuparse del mantenimiento. “Podía haberlo solicitado antes, pero me lo pensé mucho. Me daba un no sé qué vivir en el mismo sitio en el que trabajaba”, reconoce.

“Pensé que lo llevaría peor pero fue al contrario: podía llevar una vida independiente y el trato de los magistrados, los fiscales y el secretario siempre fue muy correcto y cordial”

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Había ocho viviendas en el edificio para el presidente de la Audiencia, algunos magistrados, el fiscal jefe y el secretario de la Audiencia. Gloria, su hijo y su exmarido residían en la única reservada a funcionarios.

“Pensé que lo llevaría peor pero fue al contrario: podía llevar una vida independiente y el trato de los magistrados, los fiscales y el secretario siempre fue muy correcto y cordial”, subraya Gloria de la Llana.

“En todo momento pudimos tener nuestra intimidad. Venían amigos nuestros y también de mi hijo, entraban y salían y nunca hubo ningún problema”

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En los once años que estuvo habitando el mismo lugar en el que trabajaba, en los domicilios para las autoridades residieron magistrados como Sinforiano Rebolledo, Juan Luis Pía, Francisco Gómez Olivié, García Ramos, Olegario Somoza, Miguel Ángel Cadenas y Jesús Cristín, el último presidente de la Audiencia Provincial que tuvo vivienda en el inmueble.

Entre los fiscales, los jefes Fernando Seoane, Ramón García-Malvar y Alfonso Vez –si bien este último lo hacía más en Verín–, así como el secretario de la Audiencia Fernando Díez.

“En todo momento pudimos tener nuestra intimidad. Venían amigos nuestros y también de mi hijo, entraban y salían y nunca hubo ningún problema”. En 1999 se produjo el punto de inflexión, y las viviendas para trabajadores de la justicia en el palacio se limitaron a dos: la del presidente de la Audiencia y la del fiscal jefe.

“Había más unión y todos nos conocíamos, funcionarios, abogados y procuradores. Todo era más familiar”

Me dio muchísima pena irme, si es por mí me hubiera quedado, y por mi hijo también”, afirma Gloria.

Sus casi 40 años de experiencia en la administración de justicia, con cambios tan radicales como pasar de transcribir sentencias con papel calcante a la sucesiva adaptación tecnológica, le dejan dos certezas: su trabajo le gusta y, en el pasado, reflexiona, “había más unión y todos nos conocíamos, funcionarios, abogados y procuradores. Todo era más familiar”.

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