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Los Foxo: padre, hijos y la gaita como bien cultural de Galicia para el mundo

Ruth Foxo, historiadora, publica un libro trilingüe sobre cornamusas de culturas primitivas: “El museo es un importante patrimonio de Ourense, constituye un referente universal”

Xosé Lois Foxo, con sus hijos Marco y Ruth (ella, con su libro en la mano), en el museo de las cornamusas. // IÑAKI OSORIO

Allí donde la galleguidad late con emoción y con ciertas dosis de lamento, en la emigración, Xosé Lois Foxo (Folgoso do Courel, 1950) lideró la creación, en los albores de la democracia, en Barcelona, de la Escuela de Gaitas y Danzas ‘Toxos e Xestas’; con ese modelo y ese bagaje llegó a Ourense en 1985 para aceptar una propuesta del entonces presidente de la Diputación, Victorino Núñez.

Desde aquel momento, Foxo dirige la Escola de Gaitas, dependiente de la administración provincial: llegó a tener 15.000 alumnos y forjó la Real Banda, una formación que ha recorrido numerosos países en las últimas décadas, exponiendo por el planeta un modelo cultural de gaita gallega y estética y actitud que recuerdan a la tradición escocesa. “Estaba estudiando en Barcelona así que le dije que sí a Victorino, porque estaba encantado de poder trabajar en la tierra”, recuerda Foxo.

A sus 70 años sigue al frente y su vocación ha sido la guía de sus dos hijos. El pequeño, Marco, de 30 años, es profesor de gaita y solista de la Real desde los 19. La mayor, Ruth, historiadora del arte, de 36 años, con estudios en gaita y en violín, ha publicado un libro trilingüe titulado “Cornamusas de culturas primitivas”. En la escuela provincial hay un museo en el que se acumula la colección más grande del mundo sobre este instrumento. Los Foxo creen que es un lugar de interés poco visibilizado.

Marco, Ruth (con su libro) y Xosé Lois Foxo, en la entrada de la escuela de gaitas. // IÑAKI OSORIO

“Es un importante patrimonio de Ourense. Quien visita el Museo Internacional de Cornamusas se sorprende de que no sea conocido y valorado en su justa medida. Es una asignatura pendiente de Ourense poner en valor este patrimonio único que hemos ido creando a lo largo de casi cuatro décadas”, advierte la investigadora.

La denominación gaita procede del árabe gajda. Este es el verdadero origen de la gaita, contrariamente a lo que popularmente se piensa como un instrumento de origen celta

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“Constituye un referente universal, ya que es la colección más completa del mundo, incluso existen instrumentos en esta colección que ya no se conservan en los países de origen, los cuales fueron recuperados por destacados artesanos”, subraya Ruth.

“Por ejemplo, la sordellina italiana, que fue reconstruida por Horst Grimm de Nüremberg. Aparte de las cornamusas, existe una importante colección de pliegos de cordel, que desaparecieron con la extinción de los ciegos ambulantes a mediados del siglo XIX. Además el archivo alberga más de quince mil soportes audiovisuales relativos a gaiteiros históricos, así como trabajos de campo”, explica la historiadora.

Una visita al museo de las cornamusas (archivo). // I. OSORIO

“El museo tiene mucho valor, la gente que viene queda sorprendida pero, sin embargo, está poco potenciado y es poco conocido. Mi aspiración sería contar con un edificio independiente que esté solo dedicado a museo. Sería un atractivo de primer orden para Ourense”, asegura Xosé Lois Foxo, que recuerda que, entre la colección de gaitas, “hay ejemplares que fueron construidos y recuperados, de culturas que ya habían desaparecido. También es relevante el archivo, el más grande en Galicia sobre gaiteiros, cantares de mayores y trabajos de campo. Tiene valor ya ahora mismo, pero es que en 50 años será una primicia. Por eso es necesario cuidar y digitalizar. Nosotros tenemos poca gente para trabajar pero aun así lo vamos haciendo”, dice Foxo.

Foxo, con una de las cornamusas antiguas, en una imagen de archivo. // I. OSORIO

En esa labor de investigación, catalogación y codificación profundiza la historiadora y la autora del libro, hija del impulsor de la escuela provincial. “Aunque este museo se conforma de cornamusas que proceden de culturas tan lejanas como la persa o la bizantina y, sobre todo, del mundo árabe, los ejemplares que poseemos de Galicia son especialmente valiosos. De este modo, podemos hacer un estudio de cómo eran las gaitas gallegas en los siglos pasados y su evolución hasta el presente. Todos los instrumentos que alberga el Museo están perfectamente construidos, de tal manera que pueden ser utilizados. Así, la Ney-amban de Irán ha sido empleada en el reciente trabajo discográfico Romances novos e vellos, de mi hermano Marco”, dice Ruth.

“En el mundo de la gaita tenemos un problema grave, el de la desinformación”, señala el joven solista y profesor de gaita. “El trabajo de mi hermana es un aporte científico grande al mundo de la gaita, ella lleva años estudiando”, valora Marco, que pide más implicación: “El museo es un referente mundial pero, como la cultura en general, necesita más visibilidad”.

Los hermanos Foxo, Ruth y Marco. // I. OSORIO

Gaita proviene del árabe

Las del museo son piezas con un valor histórico que ayudan a viajar al pasado. “Las gaitas de odre que se conservan en Túnez, en Turquía o en algunas zonas del sur de Asia son documentos vivos de cómo eran las gaitas hace varios cientos de años. La gaita de odre es un instrumento de origen pastoril, particularmente usada por los pastores del Cáucaso. Su expansión por Europa ha tenido origen a través de la Península Ibérica. Aquí, las primeras referencias iconográficas del instrumento proceden del siglo XIII, en ilustraciones de las Cantigas de Alfonso X El Sabio. Es decir, que en Europa se expande a partir del siglo XII, siendo muy popular a partir del siglo XIV. La curva más alta de su empleo se dará durante el siglo XV, ya que prácticamente en todas las culturas europeas hay documentos de su uso en esta época. La denominación gaita procede del árabe gajda. Este es el verdadero origen de la gaita, contrariamente a lo que popularmente se piensa como un instrumento de origen celta”, relata la historiadora, que actualmente trabaja en una publicación enciclopédica de las gaitas del mundo.

Carlos Núñez, durante una visita al museo de las cornamusas. // IÑAKI OSORIO

Sin relevo a la vista por ahora: “Si un día me toca será porque lo merezca”

Con cuatro años, Marco Foxo tocaba la percusión y con seis empezó con la gaita. “Desde los doce tengo aprobadas las 70 canciones de la Real Banda, y soy solista de la misma desde los 19. En la escuela me encargo de la mayoría de ensayos de niños y jóvenes de 8 a 20 años, y de algunos de la Real. Mi cometido principal es dar clases estructuradas en los cursos primero, segundo, tercero, cuarto, quinto y el superior”, explica Marco.

Son dos generaciones Foxo implicadas en la cultura de la gaita desde Ourense. “Mientras tenga fuerzas me voy a dedicar a esto, es mi vida y vocación. La cultura no es como otro trabajo, es vocacional y educativa; desde niño aprendes muchas cosas que conforman el conocimiento”, sostiene Foxo padre.

“¿Me gustaría? Sí, claro, pero si algún día me toca será porque lo merezca, por oposición o porque llevo aquí toda la vida, y quién mejor que yo para seguir haciendo lo que hace mi padre, aunque su vocación es insuperable. Él ha forjado todo lo que tenemos. Mejorarlo es difícil pero por lo menos vamos a intentar mantenerlo”, sostiene el hijo.

Xosé Lois Foxo, con su hijo Marco, en 1993. // IÑAKI OSORIO

En los años noventa y primeros dos mil hubo un ‘boom’ en Galicia, sobre todo en Ourense, de bandas de gaitas, casi una por concello. “Siendo un niño empecé yendo a campeonatos en los que había por lo menos 180 bandas. Con 30 músicos de media eran casi 5.000 personas tocando la gaita, cada tres meses, en un punto de la Península. Como en todas las cosas, esto sube y baja, hay un momento más dulce y otros más amargos. Fuera de Galicia es cuando más alumnos tenemos en Japón y más seguidores en Escocia o en América. En Galicia bajó porque hubo mucho ‘boom’, pero a nivel internacional la gallega es referente de las gaitas, casi como la escocesa”, valora Marco.

Foxo afinando la gaita de su hijo Marco. // I. OSORIO

“La despoblación del rural influyó en las bandas de gaitas, pero aun así hay vida y la provincia de Ourense sigue siendo referente”, afirma su padre. “En la escuela tenemos ya muchos hijos de antiguos alumnos. La tradición familiar crea un poso, y en los pueblos que han tenido banda también queda ese legado histórico”, dice un hombre que en 1985 abrió camino.

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