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David Lema acaricia a Basilio, un burro al que ayudó a nacer, ante la mirada del perro Tao. // IÑAKI OSORIO

Animales que cuidan el medio ambiente

Los burros que previenen incendios en 1.000 hectáreas

17 asnos recorren 20 kilómetros al día en la Reserva de la Biosfera de Allariz y comen los arbustos que pueden arder en el monte bajo

Tao, un cruce de mastín de ocho meses, revolotea como una mariposa alrededor de la manada, brincando y jugueteando, arrojando con zalamería varios ladridos cerca de alguno de los diecisiete burros que la asociación Andrea tiene en San Salvador, en Allariz. La naturaleza envuelve este pequeño núcleo de construcciones tradicionales y de paisaje verde y autóctono, una zona con protección medioambiental: es una Reserva de la Biosfera, y 1.000 de las hectáreas de este enclave son la superficie que nutre a estos asnos, que previenen todo el año la aparición del fuego.

Parten a primera hora y se recogen cuando el sol declina en invierno, o cuando se acerca el anochecer en el verano. Duermen en un establo, donde reciben un aporte de heno y paja que completa su dieta totalmente ecológica. No necesitan la indicación de ningún pastor humano ni un cercado eléctrico para saber cómo desplazarse y cómo regresar. “Van y vuelven en grupo, se siguen todos a todos dando prioridad al animal mayor, que es el que suele mover la manada; acostumbran a guiarse por la experiencia pero existe una especie de multiliderazgo, más que uno solo. Son autónomos y muy inteligentes, tanto o más que un perro. En el momento en el que aprende cualquier tarea, el burro la guarda en la memoria y la repite”, explica David Lema, terapeuta y responsable de bienestar animal de esta Asociación Nacional para la Defensa, Recuperación y Estudio Terapéutico de la Raza Asnal, afincada en Allariz desde 2008.

"A los burros lo que les encanta y donde más pastorean es en la zona de monte bajo, donde hay arbustos. Todo lo que arde allí es lo que comen: tojo, carqueja, brezo...”

David Lema . Terapeuta. Responsable de bienestar animal de la asociación Andrea

La manada, de camino a sus zonas de pasto en la Reserva de la Biosfera. // I. OSORIO

“No tienen la varita mágica, pero colaboran en la prevención de incendios, porque llegan a zonas en las que una persona con una desbrozadora no puede. En lugares escarpados son ideales”

Dos o tres de los animales portan un dispositivo GPS y, gracias al movimiento en colectivo de la manada, es posible conocer dónde se encuentran y qué superficie recorren. Hacen unos veinte kilómetros al día y son desbrozadoras con cuatro patas de la naturaleza. “Más que herbívoros son arbustívoros. Su origen es del norte de África y son animales muy austeros, similares a la cabra, también en su comportamiento a la hora del pastoreo. Pican y caminan, sin permanecer mucho en el mismo sitio”, explica Lema. “La diferencia es que, mientras la cabra come absolutamente todo, incluso la corteza de los árboles, a los burros lo que les encanta y donde más pastorean es en la zona de monte bajo, donde hay arbustos. Todo lo que arde allí es lo que comen: tojo, carqueja, brezo...”, añade.

“No tienen la varita mágica, pero colaboran en la prevención de incendios, porque llegan a zonas en las que una persona con una desbrozadora no puede. En lugares escarpados son ideales”. Los 17 asnos de Allariz hacen una labor que no está implementada en otros lugares de Galicia para “maximizar”, como señala David en varias ocasiones, las aportaciones de esta especie en el equilibrio medioambiental. “Se hizo un proyecto piloto, primero con la recuperación de zonas degradadas cerca del núcleo urbano. Se vio que daba muy buen resultado y el siguiente paso fue extender su presencia a la reserva, donde llevan más de 5 años. En 2006 ya había algún proyecto pionero en Francia y le propusimos a la Xunta extender el modelo, pero no le interesó en aquel momento”, dice Lema.

"Portugal se interesó a través de la única asociación de razas autóctonas del país y quiere conocer nuestro proyecto. Vendrán próximamente para que les expliquemos todo"

Los asnos comen arbustos, sobre todo, en el monte bajo de la reserva. // I. OSORIO

“Y el beneficio sería evidente para el monte porque, por su estilo de alimentación, el burro es un animal que necesita celulosa y lignina para la digestión. En Francia se decidió utilizarlos en cientos de hectáreas que estaban abandonadas. Portugal se interesó a través de la única asociación de razas autóctonas del país y quiere conocer nuestro proyecto. Vendrán próximamente para que les expliquemos todo”, anticipa el responsable de Andrea.

"Hay historias duras, muy duras. Recuerdo el de una burra a la que le pusimos Milagros, porque efectivamente lo era que saliera adelante. Apareció abandonada en Vilaboa, la habían atacado los perros silvestres y tenía los cuartos traseros desgarrados"

Margarie tiene 21 años; Douro es también uno de los mayores. Los más jóvenes son de 2012 y 2013. “En Marruecos, la media de vida son 9 años, porque trabajan mucho y casi no tienen comida, mientras que aquí, bien cuidados, pueden durar 30 o 35 años. La mayor a la que rescatamos tenía 42, aunque tampoco es muy normal, porque equivaldría a una persona de 115 años”, compara este especialista.

Cada asno tiene su nombre –por el que entienden– porque “cada burro tiene su historia”, indica el terapeuta, que gestiona Andrea junto a Elsa Pérez, psicóloga, con la colaboración además de voluntarios. “Hay burros rescatados, que estaban abandonados, y casos como el de la más joven, cuyo dueño no podía seguir haciéndose cargo. Es una problemática seria del rural, que vengo peleando con las administraciones desde 2006, y es que no dan opciones a los propietarios: si no lo puedes cuidar, lo sacrificas. Hay historias duras, muy duras. Recuerdo el de una burra a la que le pusimos Milagros, porque efectivamente lo era que saliera adelante. Apareció abandonada en Vilaboa (Pontevedra), la habían atacado los perros silvestres y tenía los cuartos traseros desgarrados. Los vecinos, que es algo triste, lo único que hacían era sacarla de su finca pero no avisaban de su estado. Nadie la cuidaba, hasta que casi la atropellan en la carretera y una persona llamó a la Guardia Civil, y ellos a nosotros”.

La comunicación con el Seprona es fluida, “tenemos muy buena relación porque al final nos dedicamos a lo mismo, a la protección de la naturaleza”, destaca David. “Los pasos legales establecen que no podemos actuar hasta que el Seprona o la Policía Local levanten un acta y lo remitan al ayuntamiento, que es el responsable de los animales abandonados en su territorio”, indica. A partir de ahí, el ayuntamiento se pone en contacto con nosotros, aunque en la práctica el Seprona también nos llama”.

Elsa Pérez, psicóloga, y David Lema, terapeuta, con uno de los burros mayores. // I. OSORIO

Cuando la manada se detiene para pastar en una loma próxima a O Castelo, tras salvar una pronunciada pendiente por un camino sombrío entre robles y castaños, David se acerca a Basilio, un burro al que ayudó a nacer. “Esa noche me quedé en el establo. Su madre, Blanca, empezó a parir y hubo un momento en que se quedó sin contracciones. Tuve que meter las manos, empujar e ir sacándolo. Desde entonces tiene una relación alucinante con las personas”, relata el terapeuta.

Ese contacto cercano, la docilidad de la especie y la experiencia de poder acercarse a animales amables en medio de la naturaleza, basan que uno de los pilares de la asociación, ya desde 2006, sea la terapia asistida a personas con una discapacidad. En septiembre se retomarán las intervenciones grupales, que son individuales en la actualidad con personas que tienen trastorno del espectro autista.

“Tenemos una forma holística de trabajar. Lo primero que vemos son las capacidades residuales del individuo, hacemos un test psicomotor y a partir de ahí sabemos qué capacidades se pueden potenciar. Con el alzheimer, por ejemplo, a base de una estimulación a través de los animales conseguimos que se retrase el deterioro cognitivo. La investigación científica nos avala. Con el Centro de Referencia Estatal de Atención a Personas con Enfermedad de Alzheimer y otras Demencias (CREA), que está en Salamanca, se contrastó que con un trabajo y un estímulo bien desarrollado se retrasa ese deterioro”, explica el terapeuta y especialista en psicomotricidad adaptada.

En ese afán por “maximizar” las posibilidades de las actividades con asnos, los domingos se realizan visitas guiadas, en las que los visitantes tienen la posibilidad de interactuar con los animales, primero en la zona acotada de la que dispone la asociación en San Salvador, y posteriormente acompañar a los animales en su ruta de pastoreo.

Elsa Pérez, la psicóloga de Andrea, observa el paso de la manada, junto a una vecina. // I. OSORIO

Jabones, fuente de ingresos

La entidad tiene recursos limitados para poder llevar a cabo su labor. Gracias a la colaboración con otras entidades que facilitan leche de burra, Andrea elabora jabones “de mucha calidad, que se están vendiendo muy bien”, destaca David. “Nuestros ingresos vienen de ahí y, además, la Diputación también nos está echando un cable con una subvención que recibimos por el trabajo terapéutico con colectivos con discapacidad”.

"Lo mejor es preguntarse a uno mismo qué puede hacer. Aquí, ayudar a personas con discapacidad y hacer una labor por el medio ambiente cerca de donde estamos, en una Reserva de la Biosfera"

El terapeuta es crítico con la actitud y desidia de la mayoría de políticos con los que ha tratado en estos 15 años en la asociación. “Lo que pasa es que son muy cómodos. Yo hablaba con un dosier en la mano de los animales abandonados, muchos rehabilitados en casas de turismo rural o de particulares, y que se podrían utilizar también para una labor medioambiental que es la protección de la naturaleza y la prevención de incendios. Pero cuando a un político le dices eso y te sopla, ya te haces una idea”, describe Lema.

Hace un par de meses, relata, “proponía retirar la custodia a un reincidente que tenía a una yegua muerta, con el esqueleto pudriéndose, y un potro a punto de morirse, esquelético. Y lo que me dijeron es que era muy difícil. ¿Entonces para qué están, si no para cambiar estas cosas?”

El experto también hace un llamamiento colectivo. “Cada uno de nosotros nos tenemos que preguntar qué podemos hacer, además de protestar. Lo mejor es preguntarse a uno mismo qué puede hacer. Aquí, ayudar a personas con discapacidad y hacer una labor por el medio ambiente cerca de donde estamos, en una Reserva de la Biosfera”. Y Tao acompaña al periodista en esta ruta, como si asintiera.

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