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Mayores y niños recuperan lazos en el centro intergeneracional: “Te dan alegría, te dan todo”

Vuelven las actividades en común entre adultos del centro de día y pequeños de la escuela infantil, aunque con distancias y solo al aire libre | “Les aporta bienestar y se toman el resto del día con más ilusión y más ganas”

Mayores y niños del centro intergeneracional, compartiendo una actividad de baile y con unos pollitos nacidos en el propio complejo. // FOTOS: IÑAKI OSORIO

Luz González –86 años–, que no ha tenido nietos, siente con la energía y la vitalidad de los niños de la escuela infantil de A Farixa, con el bullicio que se forma a su alrededor, una efusión de optimismo que nutre como una vitamina: “Te dan alegría, te dan juventud, me devuelven a mis tiempos pasados. Dan todo cuanto no hemos tenido”, destaca ella, usuaria del centro de día en el complejo intergeneracional de Ourense. “Yo aporto personalidad, y también alegría, pregunto qué van a hacer, cantamos, hacemos los cinco lobitos...”, enumera.

“¡Rubito, rubito!”, dice llamando a un niño que saluda y sonríe, que la imita girando el brazo al igual que la octogenaria, con un molinillo. Tras lo peor de la pandemia, tras la distancia y las restricciones, han regresado las actividades en común entre mayores y los más pequeños, el tiempo compartido entre edades tan distanciadas en teoría, pero a las que unen las emociones y tareas simples y enriquecedoras como regar las plantas del huerto, acariciar y contemplar a unos pollitos nacidos en el propio centro, o bailar al ritmo de ‘Xirarei’, ese hit de Xil Ríos. “Son listísimos, mucho más que nosotros”, afirma Luz.

Los pequeños contemplan y acarician a dos de los pollitos nacidos en el centro. // IÑAKI OSORIO

“Durante toda la pandemia hemos notado en ellas una capacidad de adaptación increíble, que ninguna persona de otra generación hemos tenido. Cuando había máximas restricciones, nunca las escuchabas quejarse. Esa positividad nos la transmitían a nosotras”

Adriana Pérez - Trabajadora social y supervisora del centro de día

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El centro intergeneracional de A Farixa, construido por la Fundación Amancio Ortega y gestionado por el Consorcio Galego de Servizos de Igualdade e Benestar, es un edificio en dos mitades que se interrelacionaban a diario antes de que la pandemia obligara a un parón, primero, y a limitar la relación a las miradas desde los respectivos pasillos o a través de la ventana, después. En el centro de día están cubiertas 37 de las 40 plazas para los mayores, mientras que la escuela infantil, de 87 plazas, cuenta con 70 bebés, niños y niñas desde los 0 a los 3 años.

Un grupo de niños de la escuela infantil, jugando ayer ante la mirada de los mayores del centro de día. // IÑAKI OSORIO

“Durante toda la pandemia hemos notado en ellas una capacidad de adaptación increíble, que ninguna persona de otra generación hemos tenido. Cuando había máximas restricciones, nunca las escuchabas quejarse. Este centro promueve la libertad y el empoderamiento en un ambiente preparado, y con la situación sanitaria estuvimos limitados pero aun así se adaptaron de manera increíble. Y esa positividad nos la transmitían a nosotras”, subraya Adriana Pérez, trabajadora social y supervisora del centro de día para personas mayores.

“Cuando estás con tanto cuidado en el día a día, siempre tienes miedo a que en cualquier actividad te relajes un poco y pueda haber un problema. Fuimos muy cautas y ahora que ya están vacunados y los casos bajaron damos forma a esa relación"

Adriana Pérez

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“Parecíamos dos centros independientes, nosotros de un lado y ellos del otro, se veían pero no había contacto. Y de pronto, con esto, sabemos que existimos y no hace falta motivarlos porque tanto unos como otros se buscan y quieren participar”, señala Belén Pérez, la directora de la escuela infantil. Los pequeños están divididos en grupos diferentes: de 0 a 12 meses, desde 1 a 2 años, y de los 2 a los 3.

“Aunque funcionemos bien de manera independiente, nos veíamos y sentíamos frustración porque no estábamos cumpliendo con el objetivo de este centro intergeneracional. Sí es cierto que los niños y los mayores se buscaban, se llamaban, y lo que acordamos es cómo retomar una vez que pasaran las medidas más restrictivas, durante las que llegamos a estar en grupos de solo cinco personas”, cuenta Adriana.

La alegría se contagia. // IÑAKI OSORIO

“Para los niños, todo lo que sean contactos y relaciones sociales es muy favorable. Cuantas más personas estén en su día a día, mejor. Se abren más, se hacen más sociables y tranquilos, aceptan mejor las cosas, entienden mejor, y reciben más cariño"

Belén Pérez - Directora de la escuela infantil

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“Cuando estás con tanto cuidado en el día a día, siempre tienes ese miedo a que en cualquier actividad que puedas hacer te relajes un poco y pueda haber algún problema. Fuimos muy cautas, pero ahora que ya están vacunados y los casos bajaron nos dijimos: vamos a dar forma a esa relación que ya surge de manera natural, incluso entre los propios equipos, que somos uno solo aunque cada cual esté especializado en un área. Fue fabuloso”, comparte, feliz, la supervisora del centro de día de A Farixa.

Las actividades intergeneracionales se han retomado recientemente, tras completarse la vacunación de los mayores y ajustadas a los protocolos contra el covid. Los ratos en común de los adultos y los pequeños son siempre al aire libre, con distancia y con mascarilla en el caso de los mayores. El camino hacia la normalidad de antaño no permite, por el momento, ese contacto más estrecho como el que facilitaba a los octogenarios leer cuentos a los pequeños sentados a su lado, o compartir objetos y juguetes, regresando de algún modo a su infancia de hace varias décadas.

Mayores y niños vuelven a interactuar en el centro intergeneracional, con distancias y en el exterior. // IÑAKI OSORIO

“Siempre se realiza en el exterior y con distancia. Si pudieran saltar la valla lo harían”, se ríe Adriana Pérez. “La lectura de cuentos se ha adaptado con una pequeña representación”, explica. La prevención contra posibles contagios no se relaja. “Seguimos en grupos de diez, con una misma profesional, más distancias y desinfección. Algo que hemos aprendido con la pandemia es que hay que vivir y disfrutar con lo que es posible en cada momento”, indica la responsable del centro de día para personas mayores.

“Es un intercambio de aprendizaje que supone un beneficio a nivel cognitivo, emocional y físico”

Rocío Arcos - Terapeuta ocupacional

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“Cuando se acabe esto” –asegura Luz señalándose la mascarilla quirúrgica–, “haré una vida normal, pero mientras tanto no. Para viajar en el autobús, de camino al complejo de A Farixa, se pone dos protectores, aunque reconoce que “la vacuna da otra tranquilidad”.

Rosa María Lorenzo –77 años– también apela a la prudencia por ahora. “Mientras tengamos esto y no nos lo quiten” –indica apuntando también a la mascarilla– “no quiero tocar”, pero ya sea sentada o apoyada en la barandilla no deja de observar el comportamiento de los niños en el baile, en sus carreras y sus juegos, o cuando la directora y otras educadoras les enseñan los siete pollos que nacieron tras incubar en el centro una treintena de huevos.

“Vamos tirando, hay muchos achaques, pero aquí estamos muy bien; todo es maravilloso y lindo, la comida es buena, son encantadoras con nosotras, nos tratan muy bien, no nos falta de nada”, destaca esta septuagenaria, elogiando al personal. Poder retomar las actividades en común con los niños, aunque no conlleve aún el contacto más estrecho de antes de la pandemia, “vale muchísimo”, subraya.

Usuarias del centro de día y niños de la escuela infantil, compartiendo un baile este martes en A Farixa. // IÑAKI OSORIO

Rocío Arcos trabaja como terapeuta ocupacional en el centro de día. “Es un intercambio de aprendizaje intergeneracional, están contentos, les encanta”. La estimulación por el hecho de poder compartir tiempo y espacio con los pequeños, que son el espejo de sus primeros años, reporta beneficios “a nivel cognitivo, emocional y físico”, incide la experta. Para los menores es una alegría. “Se ponen contentos, conocen a muchos”, afirma Rocío.

“Para los niños, todo lo que sean contactos y relaciones sociales es muy favorable. Cuantas más personas estén en su día a día, mejor”, confirma Belén Pérez, la directora de la escuela infantil de A Farixa. “Se abren más, se hacen más sociables y tranquilos, aceptan mejor las cosas, entienden mejor, y además reciben más cariño, afecto y amor. Todos son puntos favorables”, sostiene esta educadora.

Un grupo de niños de la escuela infantil juega en un corro. // IÑAKI OSORIO

Adriana ha constatado que, con la relación entre las dos generaciones, se produce “un buen rollo y una sensación de bienestar. Después de estas actividades, el día cambia y el resto se lo toman con más ilusión y más ganas. Si después quieres hacer una actividad física y social, ellos ya están activados. Es increíble el cambio en la dinámica gracias a poder hacer esto a diario”, remarca la supervisora de la parte del complejo dedicada a centro de día.

La planta que cuidarán juntos en el huerto adultos y pequeños

Con la práctica totalidad de los usuarios de los centros de día vacunados, las salidas al exterior están permitidas en esta fase de la desescalada. “Siempre se realizan con el grupo burbuja y la profesional con la que están. Echábamos en falta también poder trabajar las actividades instrumentales de la vida diaria en el exterior. Los talleres de estimulación cognitiva están muy bien, pero qué mejor que vivir de manera natural el día a día”, subraya Adriana Pérez, la trabajadora social que está al frente del centro para personas mayores en el complejo intergeneracional de A Farixa.

Luz, una de las usuarias, bromea y presume que “no es de la empresa, sino mía” la huerta con verduras y plantas que hay en el patio ajardinado del recinto. “Como necesitamos material, hoy vamos a salir a buscar tierra, semillas... También queremos hacer una actividad con los niños, la de cuidar una planta juntos, regándola ambos. Esa será la línea de las salidas a partir de ahora, que siempre tengan un significado práctico”, expone Adriana Pérez.


Usuarias del centro de día de A Farixa, preparándose ayer para una salida en grupo al exterior. // IÑAKI OSORIO

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