Son médicos como los facultativos que curan, pero ellos tratan con los cadáveres y escudriñan cada detalle, desde la escena del levantamiento a la mesa de autopsias, para leer las circunstancias y las causas de un fallecimiento de tipo suicida, accidental u homicida. Su análisis es determinante en el resultado de un juicio. Son los científicos que destapan el modo de actuar de los agresores, en estrecha colaboración con los investigadores de la Guardia Civil y la Policía. En la sala de las pruebas post mortem -los forenses hacen en Ourense unas 230 al año- se revelan los últimos instantes de una vida. Entrar en las nuevas dependencias del hospital de Ourense impone el respeto que infunde la muerte, pero calma la profesionalidad con la que los expertos encaran una tarea fundamental para hacer justicia.

Julio Jiménez (O Barco de Valdeorras, 1960), el responsable provincial del Instituto de Medicina Legal (Imelga) desde 2006, empezó a hacer autopsias antes de los 30 en la agrupación de Xinzo, Celanova y Bande, tras licenciarse en Medicina en 1985, en la Universidad de Santiago de Compostela. "Eran tiempos en los que tenías que buscar salas, muchas se hacían en los cementerios. Recuerdo los primeros levantamientos; entonces las autopsias eran algo raro y me encontré con la resistencia de algún familiar que era reacio. Ha cambiado mucho. Ahora todo el mundo da por hecho que hay que hacer autopsia tras una muerte violenta, y es más, hay gente que nos la pide". El ADN fue una revolución, "marcó un antes y un después. Los estudios antes eran con grupos sanguíneos, más engorrosos, con menos discriminación".

Los forenses solo practican el examen de un cadáver en un deceso no natural o si existe la constancia o sospecha de criminalidad. Todo suicidio o muerte accidental conlleva una investigación forense, pero la Ley de Enjuiciamiento Criminal permite al experto no hacer la autopsia si está suficientemente acreditada la causa. "Además hay algunos casos que siembran dudas, muertes súbitas e inesperadas de personas jóvenes. Pueden existir enfermedades hereditarias que los hijos, sobre todo, tienen mayor riesgo de padecer".

El Imelga está formado en Ourense por 8 forenses. En los crímenes operan dos a la vez, en el resto de ocasiones un auxiliar colabora con el doctor. La sala está en el sótano -2 del nuevo edificio de hospitalización del CHUO. Tiene un acceso interno al mortuorio. La habitación podría parecer un quirófano más, por el instrumental, pero la mesa de trabajo -una superficie articulada que se mueve en todas las direcciones, con flujo de aire por debajo, fregadero y desagüe- pone en situación de inmediato.

El sistema de iluminación es amplio, hay lámparas de luz -blanca y ultravioleta- con lupas, para mirar en detalle. También existe una ducha descontaminante. "Nos protegemos de la contaminación que nos puede provocar el fallecido". Todo el que accede a estas dependencias durante una autopsia, incluidos los agentes cuando comparten impresiones sobre un crimen, deben entrar con el vestuario y la protección adecuados. En el caso de los forenses, batas reforzadas de quirófano, mascarilla con filtro, gafas, gorro para no interferir con posibles rastros de ADN y un casco con visor protector para evitar salpicaduras.

"La gente suele ser morbosa con las autopsias, pero muchas veces se ve más sangre en un quirófano que en una sala de autopsias", dice Julio Jiménez. "Cuando la hacemos no estamos viendo un cadáver, sino una herida, una forma, el tamaño, la distribución, una mancha. Si la lesión afecta a los órganos internos, por dónde entra, qué trayectoria lleva, si el que la produjo estaba detrás, delante o de lado. Vemos lesiones, heridas, trayectos, formas, recogidas de muestras; estamos viendo cada detalle", concreta.

"No me gusta esa frase de que los cadáveres hablan pero evidentemente nos dan mucha información: cómo están la ropa y los zapatos, las manos, las heridas, la suciedad... Intentas ver lo que pasó y cómo pasó". No obstante, ni los profesionales pueden aislarse siempre de la impresión de algunas muertes. "Sí hay casos que nos afectan a todos, y son los de los niños".

La inspección ocular del lugar donde aparece el cuerpo supone un momento clave. "La información que da el levantamiento del cadáver es fundamental. En la sala se confirma lo que traes como sospecha del acto del levantamiento". La premisa inicial es no tocar nada. "Hay que entrar con guantes, mascarillas y fundas. Cuanto menos se manipule y contamine la escena, mejor, más probabilidades de conseguir restos. Una vez informan de una muerte con altas sospechas de que pueda ser homicida, la Guardia Civil o la Policía acordonan y lo primero es decidir por dónde entramos. Intentamos acceder por una zona distinta a la de los hechos. Al avanzar se protegen marcas, huellas, objetos, y la Científica va recogiendo los vestigios. Llegar al cadáver es casi el final".

En la sala, analizar el cadáver de una víctima de homicidio lleva horas. "Estudiamos las lesiones externas, hacemos fotografías, recogemos muestras y vestigios biológicos para el ADN, vemos la forma y medimos las heridas, analizamos en varias posiciones qué tipo de objeto pudo producir la lesión. Se estudian las uñas para la recogida de ADN, las marcas, y después se lleva a cabo el examen interno. Lo más importante en las autopsias es no estropear nada. Siempre se dice que lo que hagas mal al principio después no tiene arreglo. Es muy importante organizar el trabajo antes de empezar. Por eso en ocasiones discutimos cómo comenzar, por qué zona entrar para ver determinada lesión. Discutes, hablas, te produce tensión pero en el fondo es el trabajo que tienes y es el que te gusta. Estos casos son los que exprimen más la cabeza y tienes que intentar no perder ningún detalle, porque el más mínimo puede darte mucha información".

"Es un trabajo de sutileza"

"Trabajas con la policía, incluso en la sala de autopsias. Comentas los casos, ves si coinciden las armas con las heridas. A veces incluso se traen a la sala para comparar y hacer fotos de la forma y del objeto, para comprobar si hay alguna esquirla o área que puedan coincidir con lo que aprecias en el cadáver. Debes ir poco a poco para manipular lo menos posible, abrir órganos con cuidado; es un trabajo de sutileza". La ciencia forense, termina Julio, "es una parte de la medicina, un trabajo de campo. Somos de los pocos médicos que no estamos tras una mesa 8 horas o más cada día".