- Se lo toma usted como un trabajo.

- Es que sin trabajo yo creo que es imposible llevar a cabo ningún arte ni nada relacionado con la creación. Puede que algunos tenga algún trazo de genialidad y que acierten por casualidad con algo muy ocurrente, pero es algo que tampoco tiene base para cuajar y que le guste a la gente, porque lo cierto es que aunque tengas una historia muy buena, hay que pulir siempre muchos detalles. Como los diálogos, por ejemplo, que parece algo fácil y no lo es para nada, hay que retocar mucho para que no se repitan palabras. Cosas igual que una conversación ordinaria sí que se dan en literatura semejaría algo burdo, ordinario y hay que darle un par de vueltas más. Es como todo en la vida, tiene su parte creativa y su parte de rutina.

- Usted ha sido todo un pionero en la escritura infantil y juvenil, ¿qué le llevó a cultivar estos géneros?

- Sí, sobre todo en la temática de ciencia ficción desde el año 1992. Creo que es algo inconsciente, porque hay un poco de dos temáticas recurrentes en mi producción, que son la novela negra y la de ciencia ficción. Cultivo estos géneros porque soy lector de ellos, básicamente. Uno tiende a repetir lo que le gusta, he leído mucho de eso y después cuando te pones a escribir te das cuenta de que la historia deriva hacia ahí.

- Habrá seguramente muchas diferencias entre escribir para el público más joven y el adulto.

- Sí, muchas. Además mi objetivo es que me lean, ese es mi concepto de literatura, por eso busco que mis obras se consuman con cierta facilidad, tienes que hacérselas accesibles al lector poniéndose en su mentalidad, fijándote en el nivel de dificultad y en sus intereses. El hecho de ser profesor también me permite estar en contacto con los niños y adolescentes, que además son el público lector, el escolar, el que ahora mismo está soportando las ventas de la industria editorial.