Del pluriempleo a limitación de jornada

Adolfo Costas Gascón

Como ejemplo del deterioro empresarial que estamos sufriendo sirva de ejemplo el hecho de que, a la hora de localizar un lugar para comer, comprobamos cómo muchos restaurantes están cerrados por falta de camareros y cocineros. Y lo mismo ocurre cuando precisas de un fontanero, carpintero o electricista. Esto evidencia el cambio social que se está produciendo en el mundo del trabajo, pues hemos pasado de los tiempos en que se tenía que hacer pluriempleo para sostener a la familia, a una situación en la que se establecen normas para repartir la jornada laboral o, en su caso, estableciendo subvenciones, que en ocasiones son injustificadas, por ser beneficiarios, parados que renuncian a ofertas de empleo, al considerarlas menos rentables que la ayuda recibida. Así las cosas, el Gobierno, en lugar de incentivar al empresario para establecer su negocio, lo desmotiva y sangra con subidas insoportables de impuestos, burlando al trabajador en sus demandas, con contratos basura, como el “fijo discontinuo”, o con una reducción de la jornada laboral, decisión que para nada soluciona su capacidad económica, al mantenerlo con el mismo sueldo. En una palabra, y perdón por la expresión: “En este país ya no trabaja ni Dios”, unos porque no quieren o pueden, y los que lo hacen es, en muchos casos, desmotivados o incumpliendo los principios básicos de dignidad y responsabilidad profesional. Por cierto, y al hilo del título de esta carta, la historia se repite, porque a la época del pluriempleo que propició los planes de desarrollo del antiguo régimen, le precedió la crisis económica de la posguerra.