Las dudas de Sánchez

María José Vilasuso

Nuestro presidente se mira en la fuente de Narciso. Le encanta lo que ve, pero aún así le pregunta al espejo sus dudas. Porque todo ser humano las tiene, aunque sean pocas y pequeñas, por muy seguro que esté de sí mismo. Y si tiene que hacer una pausa, la hace, para afirmarse en sus certezas. Se ignora, al día de hoy, si fue la fuente o el espejo quien le aconsejó que hablase del fango una y otra vez, repitiendo las mismas palabras hasta la saciedad ¿Para que la gente las memorice y se las acabe creyendo? Puede que no quede una sola persona en este país que no se haya enterado de su mensaje. Parece un oscuro y viscoso mantra. En cuanto se oye nombrar el fango, casi se visualiza. Habrá mucha gente que piense que si las dice un hombre con tanto poder, tiene que ser verdad. (Al menos mientras no cambie de opinion). Quizás no sería mala idea que alguno de los que forman su grupo de asesores (más de 800), aconseje al presidente que deje de nombrar el fango, sobre todo refiriéndose a sus adversarios. Por la sencilla razón de que todo exceso tiene algún inconveniente. Puede cambiar de dirección y volverse en contra. Como un bumerán.