El presidente Zelenski es muy admirado por los políticos demócratas europeos y a través de conferencias audiovisuales recibe muchos aplausos, pero creemos que esos aplausos tienen menos valor de los que recibe Joaquín Sabina en sus conciertos. Pues la política es muy sucia.

Ahora ya se habla de entregarle el Premio Nobel de la Paz, una idea descabellada, si nos ponemos a pensar.

Zelenski no es un santo como Teresa de Calcuta, podemos elevarlo, elogiarlo y escribir mucho, pero como político y presidente tendrá que tratar de ganar esa guerra y para ello necesitará ensuciar las manos.

Barack Obama también recibió ese premio con mucha polémica. Yasser Arafat, el líder palestino también lo recibió causando un gran revuelo. Henry Kissinger recibió ese premio en el año 1973, pero también fue muy criticado por los bombardeos de Camboya y muchos lo calificaron como el Premio Nobel de la Guerra. Aung San Suu Kyi, esta política birmana también lo recibió, pero fue muy criticada por no denunciar las violaciones y matanzas de una minoría musulmana de los rohingya en Myammar.

Cuando los rusos se cansen de bombardear y termine esa guerra, podremos determinar la suciedad de esas manos y saber si ese Premio Nobel de la Paz es digno de recibirlo.

Mientras tanto, nuestros políticos seguirán aplaudiendo a Zelenski, pues lo ven como un héroe.