El paso hacia adelante dado por el Sr. Núñez Feijóo para presidir el PP nacional tiene como efecto colateral más importante el elegir para Galicia, sin prisas pero con tino, un candidato o candidata capaz o bien de desempeñar el puesto de la Xunta como puente hasta las próximas autonómicas o bien, con carácter definitivo, con rango de aspirante a presidir el Ejecutivo autonómico tras las elecciones venideras. Comparto la opinión del presidente de que ahora mismo no hay motivo para dejar el cargo y que presidir Galicia y el PP nacional no son incompatibles, a pesar de lo que pueda convenir a la oposición. Habría que preguntar al Sr. Formoso, si al ser elegido secretario general del PSOE gallego va a dejar la Diputación de A Coruña.

Difícil tarea por dos motivos a mi juicio relevantes. El primero, que sustituir a un presidente con cuatro mayorías absolutas requiere una figura de máximo nivel y prestigio reconocido, además de tener notable aceptación en Galicia. Esto invalida (siempre a mi juicio) cualquier figura que por motivo del ejercicio de la fontanería partidista haya tenido un fuerte desgaste entre la militancia. Este sería el segundo factor donde habría que incluir dirigentes que se han sacrificado por el partido en las direcciones provinciales y que, al decir de muchos militantes, han levantado tantas ampollas que sus figuras generan un fuerte rechazo e incluso franca animadversión.

Es evidente por lo leído y escuchado que hay candidatos que creen que ese efecto es reversible y que pueden postularse, sin con ello restar potencial a su formación. Craso error y pérdida de perspectiva de la realidad. El desgaste sufrido no será nunca neutralizado aunque fuesen apoyados por el presidente actual y una somera visión de la jugada debería hacerlos desistir y abrir paso a soluciones más neutras en la transición, hasta la elección de alguna figura del partido con peso. Un peso pesado de la política como Feijóo debe ser relevado por otro u otra. Más bien y siempre desde un punto de vista muy personal... Otra.

El no pertenecer a partido alguno, nos da a veces una mayor libertad para poder opinar sin temor a que nos muevan la silla o nos la guarden. A lo largo de los años, he tenido ocasión de mantener una buena sintonía con gentes de la política y, a día de hoy, la marcha del presidente preocupa en la militancia. Estas reflexiones anteriores son el reflejo de la opinión de gran parte de personas muy ligadas al PP que nunca harán públicas sus opiniones. Yo, una vez más, daré la mía de forma clara y desde la más absoluta independencia.

Presidencia de transición para la segunda autoridad de Galicia que hoy preside el Parlamento gallego. Político de experiencia, curtido, respetuoso con todas las provincias gallegas, respetado por la oposición y de un perfil neutro y equilibrado. Su ambición política está colmada y mantendrá el partido en calma.

Período de transición donde pueda emerger y foguearse una figura como Ana Pastor con larga trayectoria, conocida de sobra y de la que ya muchas veces se habló como posible relevo. Su currículo no necesita presentación y el desgaste sufrido en su carrera política es fisiológicamente asumible y reversible. Pesa mucho más el haber que el debe. Las personas apuntadas como alternativas, con todos mis respetos, van a garantizar sin duda un cambio de ciclo político en Galicia. Ana Pastor tampoco lo tendrá fácil, pero la experiencia y el cuajo político es un grado.