El tren de alta de velocidad que se marea para llegar a Vigo no es mi tren. El tren que abandona a la capital ferroviaria del Noroeste, Monforte, ese no es mi tren. El tren que no para en Guillarei o Porriño no es mi tren. El tren que no va a Portugal tampoco es mi tren. El tren que deja atrás a Redondela, Arcade, Padrón, Ordes, Betanzos, y Ferrol, no es mi tren. El tren que casi no llega desde Viveiro a Ribadeo no es mi tren. Cuando hablan de que ya estamos en Madrid, me acuerdo de las ruinas del tren de cercanías. El olvido de Monforte o Lugo. El tren que nunca llegará a Baiona, Tui, Tomiño, A Guarda, Cangas, Moaña, Salnés, Barbanza, Noia o A Costa da Morte. Somos un país de vía muerta. Un país donde el tren nunca llegará a dónde es necesario. Hay cadáveres que siguen esperando por el tren de las siete de la mañana.