Desde luego, una muerte joven siempre es triste y lamentable. Y si es violenta resulta repudiable: como el caso de Samuel. Pero hay además otro tipo de violencia, casi invisible, que es la violencia social e institucional, que es siempre letal. E igualmente repugnante.

Es la violencia contra las personas sin hogar: Santiago era un sin hogar crónico, que fue dejado morir en la calle un 16 de diciembre en una marquesina de la plaza de Pontevedra donde pernoctaba. Un año y medio antes de que esto sucediera nuestro colectivo dio cuenta de su situación y su estado. No se hizo caso.

La muerte de Santiago no tuvo todavía un acto de repudio en María Pita. Algunos medios ocultaron la noticia. O la minimizaron.

Y sin embargo, el colectivo LGTB+ como el colectivo de personas sin hogar padece un mismo problema que se llama exclusión social, rechazo e invisibilidad. En un caso se trata de homofobia, en el otro caso de aporofobia, y siempre es letal sobre quien la padece.

No estaría de más que algún día Santiago tenga en María Pita el mismo acto de repudio que tuvo Samuel cuando al fin y al cabo hay algo común en su tragedia que, desafortunadamente, unía a ambos protagonistas: exclusión e invisibilidad.