Estamos sumidos en una realidad anómala que, fulminando nuestros esquemas y comportamientos, nos tiene absolutamente desconcertados y muy preocupados. Porque, a pesar de todas las precauciones: nos lavamos las manos frecuentemente hasta desgastar las huellas dactilares, y mantenemos la preceptiva distancia con los demás, provistos de guantes desechables y mascarilla, cuando salimos al súper o a la farmacia, vivimos con la permanente incertidumbre de un posible contagio. Y siempre existe algún cretino irresponsable que, al vernos tan pertrechados, esboza una sonrisa sarcástica.

Esta pandemia nos ha cogido a todos con el "paso cambiado", tanto a los gobiernos como a la OMS. Sin embargo, los ciudadanos, en su inmensa mayoría, estamos actuando con responsabilidad. Aunque, como la picaresca y la falta de respeto hacia los demás están siempre presentes en cualquier ámbito y circunstancia -y en esta ocasión no iba a ser diferente-, nunca faltan quienes creen estar por encima del bien y del mal -imbéciles los hay en todas partes-, y las medidas preventivas se las pasan por el "Arco del Triunfo".

Y qué les voy a contar del confinamiento. Cada cual lo lleva como puede: unos, con resignación franciscana; otros, con un cabreo mayúsculo y permanente; y algunos, como no podía ser de otra forma, lo ignoran por completo. Porque en una sociedad plural, como en botica, tiene que haber de todo.