Pocos calificativos se pueden aportar intentando enmarcar la actitud de quien cree representar a todos los catalanes. El señor Torra, "el profeta de la sublevación", "el pastor de las descarriadas ovejas del secesionismo" y "el azote de aquellos catalanes que quieren vivir en paz", optó en todo momento por enfrentarse al Estado declarándose el salvador de su pueblo que, según él, clama por la independencia. Después del "encuentro dialogado" que mantuvo con Pedro Sánchez en Barcelona, el resultado fue un documento con 21 propuestas, eso sí con una "trampa": que incluye la mediación internacional entre los gobiernos de España y Cataluña para pactar esa independencia. Todo diálogo que comienza con una obligada reivindicación de una de las partes y que ello sea el acuerdo definitivo está abocado al fracaso.

Cuando vemos que Torra llama a los catalanes a sublevarse para lograr la secesión, y Sánchez sigue intentando ese diálogo tan absurdo como innecesario, yo me pregunto: ¿Quién de los dos está más interesado en llevar al país a la ruina?... ¿todo lo que está ocurriendo se justifica con seguir renovando el inquilinato de la Moncloa? Pienso que es mucho coste para tan poco resultado y máxime cuando existe una creciente división en las filas independentista a las que Sánchez da cada vez más oxígeno. Torra pide un esfuerzo para aislar a la extrema derecha y al fascismo, ¿en qué movimiento enmarcará él su forma dictatorial de gobernar? Creo que hay que ser muy desvergonzado para actuar de tal manera y haciendo referencia al espíritu del 1-O, solicitar clemencia para Carles Puigdemont y los independentistas presos por el "procés", querer pasar la justicia por "su entrepierna" y seguir empecinado en la creación de la república, cuando lamentablemente los catalanes viven en una "república bananera".