El centro izquierda y la extrema izquierda, siempre formando piña cuando les interesa, han declarado a Mariano Rajoy, presidente del Gobierno en funciones, "persona non grata" en Pontevedra. Con la sinceridad que le caracteriza, Rajoy dijo en público que le dolió en el alma más esto que el bofetón recibido en la calle durante una visita por la cidad, que es la "suya" precisamente.

De Rajoy, y por los contrarios en política, se dijo de todo lo peor, que también políticamente es lo normal; menos que insultarle gravemente, como lo hizo en público el señor Sánchez; pero lo último que he leído contra él ha sido que es perezoso. ¿Cómo se le puede llamar perezoso a un hombre que se levanta todos los días a las siete de la mañana, para hacer deporte al menos durante una hora, como es sabido por todos los españoles?

En mi opinión, cuantos critican a Rajoy carecen de unos mínimos conocimientos de antropología, ciencia indispensable para opinar razonablemente sobre cualquier persona y su forma de comportamiento.

Rajoy no es parado, no es perezoso, no es tranquilo en exceso, ni nada de todo eso. Rajoy es como es y nadie podrá censurarle, por ejemplo, la forma seria y normal de cómo supo y sabe llevar el problema catalán, sin aspavientos ni impulsos, que podrían complicar mucho más las cosas, evitando así males mayores.

Los extremistas izquierdosos de Pontevedra van a lo suyo, que no es defender puestos de trabajo sino ir contra Rajoy por ser el líder del PP, que es su enemigo (no su opositor) político para ellos, como debería ser.

Rajoy al frente del Gobierno se dejó la piel intentando sacar a España del abismo económico, donde la había dejado Zapatero, y ahora que íbamos en el buen camino hay que destruir todo lo hecho, con la justificación del "cambio", cuando realmente quien hizo un total y verdadero cambio de ruta ha sido él y los suyos. Por lo tanto, todos los españoles de buena voluntad, lo que le debemos a Rajoy es gratitud.