Opinión
¿Podrá detenerse la espiral en Oriente Próximo?
Con su ataque con cientos de drones y misiles balísticos contra Israel, el gobierno iraní ha dado ya satisfacción a sus ciudadanos, que reclamaban venganza por el asesinato de siete altos mandos en su consulado en Damasco.
Si bien el masivo ataque iraní pudo ser repelido, según Tel Aviv, en un 99 por ciento gracias a la Cúpula de Hierro y demás escudos antiaéreos israelíes, Teherán considera la misión cumplida y espera que las cosas queden ahí.
Parece claro que no desea una escalada del conflicto capaz de incendiar la región. Incluso su ministro de Exteriores había dicho que si el Consejo de Seguridad hubiese condenado el asesinato en terreno diplomático de sus militares, Teherán se habría dado por satisfecho.
Pero no fue así: Estados Unidos, Francia y el Reino Unido se opusieron en la ONU a esa condena, y a Teherán no le quedó más remedio que lanzar ese ataque, el primero desde territorio iraní contra el Estado sionista, si no quería perder toda credibilidad, también entre sus propios ciudadanos, que clamaban venganza.
En una nueva demostración de la doble vara de medir de Occidente, el Gobierno británico y otros estrechos aliados de Israel calificaron el ataque iraní de “irresponsable”, algo que no dijeron de la anterior provocación israelí, que está en el origen de este nuevo conflicto.
Lo que, sin embargo, menos puede interesar al presidente de EE UU, Joe Biden, es un incendio en esa región a pocos meses de unas elecciones que se le presentan cada vez más difíciles.
Una respuesta militar de Israel al ataque iraní provocaría una espiral de violencia de consecuencias desastrosas no solo para los países de una región rica en gas y petróleo, sino también consecuentemente para la economía mundial.
Y si en público Biden ha elogiado a Israel por la gran eficacia demostrada por su escudo antiaéreo, es muy probable que en privado haya pedido contención al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu.
El Gobierno de Washington ha querido además dejar públicamente en claro que no busca el conflicto con Teherán mientras que los iraníes han dado también seguridades a EE UU en el mismo sentido.
La cuestión es qué hará el Gobierno de un país que no ha dudado en asesinar ya no sólo a generales de la Guardia Revolucionaria sino también a científicos nucleares iraníes.
Un Gobierno como el de Benjamín Netanyahu, que considera a Irán su principal enemigo y que busca desde hace tiempo un pretexto para destruir sus instalaciones nucleares para evitar que se convierta en potencia nuclear como es ya desde hace tiempo Israel.
Un Gobierno cuyo primer ministro ha demostrado que no se deja impresionar por las admoniciones más o menos hipócritas de Washington y que, sabiéndose impune, continúa impertérrito su campaña genocida en Gaza.
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