Billete de vuelta

Sin tetas no hay paradigma

Francisco García

Francisco García

Eva Amaral enseñó las tetas en un concierto, en plan reivindicativo y tal, y se montó una monumental zapatiesta. En esta España políticamente polarizada y bipolar, todo es blanco o es negro; muslo o pechuga. En otro tiempo, la teta era materia literaria, no argumento ideológico. Y cinematográfico, como los pechos exuberantes de la estanquera feliniana de “Amarcord”. Ramón Gómez de la Serna escribió “Senos” en 1917, un libro que hoy acabaría en la hoguera encendida del feminismo radical, como los “Coños” (1994) de un imberbe Juan Manuel de Prada.

“Senos” es obra primorosa de un erotismo turbador: una parte del cuerpo de la mujer convertida en liturgia sacramental. “¡Oh, senos de la giganta complaciente, senos ubérrimos y copiosos, senos para el descanso eterno, tranquilizadores, verdaderamente grandes y abrumadores hasta el hartazgo”, reza el cuento que el inventor de la greguería tituló “La giganta de los senos complacientes”. “Coños” constituye a su vez un homenaje a la mujer y a la literatura. El autor trenza, con sus breves e ingeniosos relatos púbicos, la divinización femenina a través de sugestivas metáforas.

Ahora corren otros tiempos y ambas obras literarias seguramente serían mal vistas, tan políticamente incorrectas que tal vez tendrían sus páginas las horas contadas en una noche de cuchillos largos. Al parecer, sin tetas no hay paradigma. Volviendo al principio, a las mujeres valientes habría que levantarles un busto. Entiéndase por valientes no solo aquellas que hacen apología desde el escenario sino sobre todo otras muchas que no necesitan mostrarse a pecho descubierto para ser ellas mismas y ser completas. Mujeres libres al modo del poema de Agustín García Calvo: “Libre te quiero, pero no mía, ni de Dios, ni de nadie, ni tuya siquiera”.

Suscríbete para seguir leyendo