Crónicas galantes

A pecho descubierto

Ánxel Vence

Ánxel Vence

Políticos de pelo en pecho se han puesto a la tarea de evitar que las señoras se despechuguen en público, lo que hace temer la vuelta de la censura a España. Por si sí o por si no, la cantante Eva Amaral ha tenido el arrojo de exhibir el torso a pecho descubierto en una reciente actuación. Los cavernícolas la pusieron como no digan dueñas, claro está.

Asombra un poco que estos gestos de rebeldía sean necesarios a estas alturas del siglo XXI y en un país perteneciente al primer mundo de la Unión Europea. Pero es que España siempre ha tirado un poco a islámica en estas cuestiones del sexo.

Un rasgo peculiar del fascismo español fue, como se sabe, su estrecha unión con la jerarquía eclesiástica que dio origen al llamado nacionalcatolicismo.

A diferencia de sus colegas de la Alemania nazi, régimen tirando a pagano que glorificó el desnudo en algunas películas de Leni Riefenstahl, el franquismo venía a ser un sistema básicamente mojigato y de mucha misa diaria. A la costumbre de fusilar añadía la promoción del aburrimiento.

Ahora que el viejo nacionalismo español parece experimentar un rebrote, no sorprenderá que entre sus primeras obsesiones figure la persecución de pechos y nalgas femeninas. En algunos lugares donde venció la nueva derecha de toda la vida en las últimas elecciones locales y autonómicas se han producido, en efecto, incidentes que no dejan de suscitar cierta inquietud.

Que se lo pregunten, si no, a la cantante Rocío Saiz, abordada a pie de escenario en Murcia por unos policías que al parecer encontraron inapropiada la exhibición de las glándulas mamarias de la artista. Para protestar contra este y otros hechos alarmantes sacó precisamente el pecho –o los pechos– su colega Amaral el otro día.

Todo esto resulta de lo más pintoresco y contradictorio a la vez. Algún partido hay que alerta a los españoles sobre la invasión del islam y de sus costumbres, a la vez que parece asumirlas persiguiendo a las señoras que lucen sus pechos al sol. Todavía no abogan los nuevos cruzados por la vuelta del velo (que también se usó aquí para ir a misa); pero no conviene excluir siquiera esa posibilidad.

De tanto mirar hacia atrás en busca de inspiración, los retrógrados de ahora están a punto de convertir a Manuel Fraga en un político de izquierdas o, al menos, de centroizquierda. Aunque solo fuese un conservador típico.

El fundador del PP, liberal dentro de un orden en sus tiempos de ministro de Franco, relajó un poco las normas de su predecesor en el cargo, Gabriel Arias Salgado, quien había llegado a prohibir la exhibición de bikinis “con señora dentro”. De ahí que su llegada al ministerio diera pretexto a estos famosos ripios: “Con Arias Salgado, todo tapado; con Fraga, hasta la braga”.

Si Fraga tuvo el mérito de bajar a la derecha española del monte donde solía acampar, los nuevos ultras tienen toda la pinta de querer revertir ese logro y devolvernos a los tiempos del gasógeno y los congresos eucarísticos. Mal asunto para Feijóo, que ha de lidiar con esos toros.

Por fortuna, la España de 2023 es una sociedad tolerante y moderna en la que las señoras ejercen la alegría del toples en las playas sin mayores contratiempos. Aun así, se agradecen gestos como el de la valiente Amaral. Con esta tropa nunca se sabe.

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