Billete de vuelta

Sánchez se disfraza de Thelma y Louise

Francisco García

Francisco García

De perdidos al río, a revolver las aguas fluviales para intentar la ganancia del pescador de votos perdidos, al que ya no le pican las presas ni a mosca. Pedro Sánchez ha iniciado una carrera desenfrenada hacia la autodestrucción denunciando que la derecha mediática, económica y política, a su juicio una y trina, le está empujando, a base de mentiras y malas artes, al precipicio político. En una road movie al más puro estilo de Hollywood, de carretera y manta, el presidente del Gobierno ha iniciado un periplo desenfrenado por platós en horarios de máxima audiencia en los que interpreta a la vez el papel de Thelma y de Louise, víctima de una conspiración judeomasónica que circula del Ibex a las columnas de los periódicos, al dictado de Génova.

Aferrado, conspiranoico, a una suerte de manía persecutoria; incapaz de reconocer sus errores, del tamaño de sus trolas; inasequible a la autocrítica y al desaliento de las encuestas, que a su juicio también se financian con fondos del gran capital, como si las de Tezanos a su servicio no estuvieran cocinadas al fuego que interesa a su paladar; envestido en paladín de su causa, el líder plenipotenciario del PSOE ha encomendado a su propia persona la defensa de sí mismo en una operación de indisimulado narcisismo. Así acude de emisora en emisora y de cadena en cadena con la idea de explotar el globo del antisanchismo sin más ayuda que un clavo ardiendo, como si la burbuja que hincha el descontento ciudadano fuera una pompa de jabón.

Sánchez denuncia ser víctima de la ola reaccionaria y ha decidido saltar con su tabla de salvamento a la tele y a la radio para surfearla, sin ser consciente, desde el ático de su torre de marfil, que lo que considera una marejada sorteable es en realidad un tsunami que amenaza con arrasarlo.

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