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Xoel Ben Ramos

Brazo a lo bonzo

El pasado viernes Roger Federer se despedía del tenis. El evento se presumía multitudinario –y lo fue– igual que la audiencia. Quizás por eso era un momento perfecto para llamar la atención sobre cualquier causa que parezca perdida. Así lo debió razonar el joven que en medio de la pista “inmoló” su brazo ante la mirada global. Vestía una camiseta que pedía el fin de los jets privados en Gran Bretaña. El gesto recuerda al de Thich Quang Duc, el monje budista que en 1963 ardió sin rechistar en Saigón, protestando contra las nuevas costumbres religiosas que imponía el presidente del país.

Esto de quemarse lo llevo bastante mal, quizás porque también –de pequeño– lo sufrí en una trastada en la cocina y las marcas me recuerdan que ardemos regular. Por eso me quedé impactado al verlo. Lo siento por el chaval y más lo siento por el monje que pereció. De hecho su ejemplo, como nada parecía cambiar, se hizo viral. Y los monjes empezaron a arder en cada esquina. Es cierto que el momento histórico jugó a su favor porque al final aquellas normas que limitaban y dificultaban la práctica del budismo se fueron disipando. El Tío Sam, que había apoyado a Diem, ya tenía líos dabondo con el norte como para dejar que las muertes religiosas acabasen en revuelta.

Hoy, sobrepasados por el aluvión de imágenes, la realidad virtual, los retos suicidas de Tik-Tok y el metaverso, pocas cosas nos sorprenden. ¿Unos cientos de pequeños aviones dejando porquería en la atmósfera? Pues no. Un brazo a lo bonzo, tampoco. Sin embargo cada vez es más patente que la estamos pifiando. Sí, somos cortoplacistas, nuestro horizonte se limita a unos días, a unas semanas. Qué rápido olvidamos aquel otoño de 2017 seco, soleado y apenas nuboso (¿cuánto se parece al actual?), seguido de un invierno fresco que no frío y nada lluvioso. Acaso creemos que este verano fue tan sólo una anomalía. No, la realidad es que se está volviendo costumbre.

Por eso podría ser un primer paso –podría ser– limitar los vuelos de los jets. De acuerdo, es sólo un gesto, igual que regular el malgasto del alumbrado público, prescindir de los plásticos de un solo uso o reducir el consumo de agua… porque ya vemos qué niveles presentan Zamáns y Baiña o cómo baja el Verdugo. Incluso estas Navidades, no sé cómo decirlo sin que suene fatal pero… podría ser buena idea abandonar los fastos lumínicos. Y perdóneme usted señora, también usted caballero, sé que a todos nos gustan.

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