Opinión
El magnetismo crónico de lo urbano
En una hermosa entrevista que le ha hecho Javier Cuervo, el filósofo y amigo Lluis Xabel Álvarez dice haber sentido hace dos tercios de siglo la atracción de la capital (Oviedo, en su caso), cuando le dijeron que había semáforos y para qué servían. “Vamos por buen camino”, pensó el pensador en ciernes. No hace tanto el habitante de una aldea me dijo, tras haber migrado a la ciudad, que se había propuesto no volver a vivir donde no hubiera semáforos. Yo mismo recuerdo el sentimiento de progresión de mi universo, conmigo dentro, cuando en mi ciudad se empezaron a instalar semáforos. La magia no estaba en el mecanismo para regular el tráfico, claro, sino en la aparición de un abundante tráfico (apenas lo había) que aquel aparato auguraba. Mientras el trajín de la ciudad mantenga su atracción no será fácil corregir las tendencias de fondo que han dado lugar a la España vaciada.
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