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Juan Tapia.

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Juan Tapia

Operación contra Aragonés

ERC planta cara porque, según encuestas de la Generalitat, solo un 11% de los catalanes quieren una independencia no pactada

El independentismo creció con fuerza tras la sentencia del Constitucional del 2010 que recortó el Estatut del 2006. Y su momento de gloria ha sido siempre la gran manifestación unitaria de cada 11-S, convocada por la ANC, entidad militante pero no partidista, y jaleada por todo el soberanismo. La Diada se convirtió en la Fiesta Mayor de la Cataluña independentista.

Operación contra Aragonés

Pero este año ha salido a la luz la creciente división del movimiento. En la convocatoria, la ANC acusa a los partidos de girar hacia el autonomismo (pecado) y deslegitima la mesa de diálogo con el gobierno de Madrid impulsada por ERC. Y el president Pere Aragonés, y la cúpula de ERC, han decidido no participar porque creen que se ataca a quien es, tras las elecciones del 2022, el primer partido independentista.

Los éxitos independentistas están ahí y además sigue teniendo mayoría parlamentaria. Pero también ha sufrido derrotas. La primera en las elecciones “plebiscitarias” del 2015, convocadas como referéndum y en las que la lista unitaria (CDC, ERC y Lluis Lach) se quedó en el 39,59% de los votos. Sumando la CUP, llegaron al 47,8%. Gatillazo que quedó enmascarado porque conservaron la mayoría parlamentaria.

La segunda fue la de la declaración unilateral del 2017. El gobierno Rajoy recurrió al 155, suspendió la autonomía y convocó elecciones. El president Puigdemont huyó a Bélgica y el vicepresidente Junqueras y otros dirigentes fueron procesados y encarcelados por el juez Llarena, instructor del Supremo. Hubo sonadas protestas, pero no rebelión. Los catalanes fueron a votar y el independentismo repitió mayoría parlamentaria. Salvaron los muebles.

Pero las derrotas dividen. En el 2015 prometieron la independencia en 18 meses y ya han pasado varios años. Quizás por eso la impaciente ANC se revuelve contra ERC y contra JpC (menos). Pero la ruptura principal es la de los dos socios del Govern. ERC, ha tomado nota de lo sucedido y apuesta por pactar con el Estado un referéndum mientras que JpC jura fidelidad al referéndum del 2017 y quier seguir desafiando al Estado.

Pero ¿cómo? En JpC hay “realistas”, que no rehúyen pactos puntuales con Madrid (el vicepresidente Puigneró sobre el aeropuerto), y radicales, al estilo Laura Borras, que exigen el reto continuo a España, aunque sea de forma más teatral que efectiva. Y JpC está algo paralizado porque su secretario general, Jordi Turull, hombre de aparato, quiere la unidad interna y teme que los “lauristas” se escindan y hagan una lista de independentistas auténticos con la ANC. Y luego está la CUP, que siempre cabalga sola y aspira a la revolución social.

El independentismo padece una gran divergencia interna. Y Pere Aragonés y Oriol Junqueras se han decidido a hablar algo más claro y romper tabús. Así ERC, pese a que sabe las ruidosas críticas que tendrá, se ha separado de la la ANC al anunciar que no irá a la manifestación. Y Aragonés ha dicho que este año la mesa de diálogo sólo negociará la “desjudicialización”, una amnistía parcial para los independentistas que aún deben afrontar juicios. Y que el referéndum sólo se podrá abordar en el 2024 porque el 2023 es año electoral en España.

“El cisma independentista se agudiza por la frustración. Ni en las elecciones ‘plebiscitarias’ de 2015, ni con la declaración unilateral de 2017 lograron lo prometido”

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¿Por qué ERC planta cara al maximalismo pese a saber que serán acusados de poco menos que “traición”? Por la ANC. Y por JpC, que no quiere romper el Govern, pero si descalificar a los republicanos.

ERC ha sabido sintonizar con los sentimientos de las bases nacionalistas que, según las encuestas, se están moviendo. Sólo el 41% de los catalanes –y bajando– desea hoy la independencia según la última encuesta de la propia Generalitat. Y, más decisivo, este 41% se parte entre los que quieren una separación pactada (28%) y los que aún creen en la vía unilateral (11%). Los del pacto barren entre los votantes de ERC (59% contra 14%) y ganan entre los de Junts (43% contra 37%) e incluso entre los de las CUP (54% contra 32%). Y en la última encuesta de la Generalitat el PSC sube más que ERC mientras que Junts pierde fuelle.

Con estos datos, ERC cree que sus bases están maduras para asumir al mismo tiempo un programa máximo de futuro (la independencia) y otro mínimo: gobernar Cataluña sin traumas y negociar con las fuerzas progresistas del Estado. Ahí estamos.

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