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Pedro de Silva

Entrando en zona de riesgo

La II Guerra, tal vez la mayor catástrofe humanitaria de Europa desde la peste negra, consumó un volumen formidable del riesgo de vivir, o sea, lo hizo realidad. Tras esa Guerra hubo dos grandes procesos, de signo contrario: por un lado, el aumento de coeficiente de riesgo derivado del armamentismo nuclear (que se contuvo con la coexistencia pacífica) y, por otro, la reducción del riesgo derivada de la sociedad del bienestar y sus redes de seguridad sanitarias y sociales. De dos años acá, el coeficiente de riesgo de nuestras vidas se ha incrementado de forma notable por efecto de la irrupción de los virus y el renacimiento de la amenaza nuclear. La llamada resiliencia consiste en adaptarse –sin perder la razón, las formas y la alegría– al nuevo coeficiente de riesgo. Pero también en adaptarse a vivir con las medidas para reducir ese coeficiente y evitar que se dispare.

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