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Joaquín Rábago.

Tristes tiempos estos...

“¡Tristes tiempos estos en los que hay que luchar por lo evidente!”, escribió el gran dramaturgo suizo Friedrich Dürrenmatt.

Y lo evidente es que en una “monarquía parlamentaria”, como la que se supone es la nuestra, no puede haber inmunidad absoluta para quien, solo por herencia y no por méritos propios, ocupa ese cargo.

Parece mentira que los dos grandes partidos de este país, esos que tan cómodos se sentían alternándose en el poder los tiempos del bipartidismo, sigan escudándose en la Constitución para mantener sine die el status quo.

“La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”, reza, es cierto, el artículo 56.3 de la Constitución, pero debería estar absolutamente claro que eso se aplica solo a sus acciones en cuanto que jefe del Estado.

¿O hay que interpretar esa inviolabilidad, como se empeñan torticeramente algunos, en su sentido más lato de modo que abarque cualquier hecho imputable a su regia persona?

Lo cual nos llevaría al absurdo de que el monarca podría cometer al margen de su mandato constitucional cualquier fechoría, incluso una violación o un homicidio, sin tener que responder nunca de ello.

¿No es un atentado contra el más elemental sentido común, al menos si hablamos de una democracia y no de un régimen feudal como el marroquí o el de las monarquías árabes?

Y parece sobre todo mentira que sigamos así después de lo ocurrido con anteriores Borbones y de modo particular con el padre del actual monarca, que se valió indignamente de su cargo para, entre otras cosas, cobrar en secreto millonarias comisiones y ocultar ese dinero en paraísos fiscales.

“No puede haber inmunidad absoluta para quien, solo por herencia y no por méritos propios, ocupa la jefatura del Estado”

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Con independencia del papel que pueda atribuírsele en la reinstauración en nuestro país de un régimen democrático tras la larga dictadura franquista, la interpretación que se ha hecho hasta ahora de la inviolabilidad ha impedido en efecto perseguir judicialmente al anterior monarca por tales delitos.

Es la más clara y flagrante demostración de que, frente a lo que el mismo con Juan Carlos afirmó un día ante su pueblo, la justicia no es igual para todos.

Tiene por ello razón el siempre sensato portavoz del Partido Nacionalista Vasco, Aitor Esteban, cuando, tras ver rechazada por socialistas y populares la propuesta de reforma constitucional de su grupo para limitar la inviolabilidad del monarca, afirmó que el PSOE “se está haciendo un flaco favor”.

Y es que, como demuestran las hemerotecas, el propio presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez, defendía hasta hace poco lo que ahora su partido rechaza, aduciendo argumentos legalistas.

Argumentos que no fueron, sin embargo, obstáculo para que en 2011 los dos partidos, PP y PSOE; este último también entonces en el Gobierno, acometieran una reforma de la Constitución por vía de urgencia y sin referéndum para limitar el déficit publico porque se lo había exigido Bruselas.

No sé lo satisfecho que estará el actual monarca, don Felipe, con el actual status quo, porque sigue habiendo demasiada opacidad en las cosas que tocan a la Corona, pero, ante la inexplicable pasividad de los principales partidos, tal vez debiera ser él quien los animase a acometer esa reforma que solo puede beneficiarle.

Todo lo demás no es sino alentar las tendencias independentistas y republicanas de aquellos que piensan que, al menos en materia democrática, siguen existiendo los Pirineos.

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