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Ceferino de Blas.

Hotel La Chata

Debió ser un empresario sin complejos quien puso el nombre del hotel La Chata, cuando Vigo presumía de ciudad cosmopolita y los hoteles más lujosos se llamaban Continental, Universal y Europa.

Estaban situados junto al puerto, porque acogían a los viajeros importantes que llegaban en barco, como los más modestos se encontraban junto a la estación del ferrocarril. Eran los dos núcleos hoteleros de la ciudad.

La Chata pertenecía al primer grupo, y estaba ubicado en la calle de Carral, cercana los muelles, donde arribaban pasajeros de todas las procedencias con los que llegaban ideas y novedades que hacían de Vigo una ciudad próxima al mundo más avanzado, aunque lejana del resto del país por la falta de infraestructuras terrestres, salvo las ferroviarias.

Es cierto que el nombre tan racial y popular de La Chata se refería al apodo cariñoso con que conocían los españoles a la infanta Isabel, tan apreciada por todos que cuando estuvo por primera vez en Vigo, el propietario del Hotel Continental, José Curbera, quiso regalarle unos terrenos en Alcabre para que instalase una residencia veraniega.

Se anticipó en la propuesta a los empresarios vilagarcianos que al año siguiente regalaron al rey Alfonso XIII la isla de Cortegada, que aceptó, aunque nunca residió allí. La Infanta rechazó amablemente la oferta, porque no tenía intención de veranear en Vigo, aunque le gustaba la ciudad y su entorno.

José Curbera era un empresario tan moderno que ese mismo año había encargado a París un ómnibus-automóvil, de ocho asientos, para el servicio de viajeros y equipajes a la estación.

La infanta Isabel, “La Chata”, estuvo dos veces en Vigo, ambas en el hotel Continental: la primera en 1906, en que pasó dos semanas, y la segunda en 1914, durante tres días. Por su aportación al turismo vigués, merece que vuelva a lucir su nombre.

Ocurrirá si se lleva a efecto la recuperación del hotel La Chata, que aportará beneficios a la ciudad. Soluciona un problema arquitectónico que hoy representa el mal estado del edificio, en el aspecto estético y de seguridad. Aporta un nuevo hotel que añade capacidad de alojamiento en uno de los periodos de crecimiento del sector turístico y recupera un nombre histórico que viene a alegrar el nomenclátor de la hostelería.

“Vigo seguirá siendo una ciudad industrial, marítima y pesquera, pero gana cada vez más fuerza el calificativo de turística”

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Aunque no hayan sonado las alarmas, empieza a plantearse en Galicia la cuestión de la masificación del turismo, que ya es un problema en otras zonas de España.

Ese caso no se maneja en Vigo, porque las condiciones climáticas y del entorno son diferentes a las zonas de sol y playa donde se ha evidenciado, causando más problemas que beneficios.

Pero ante la eventualidad de que pudiera acontecer un supuesto de masificación, no ocurrirá por los hoteles si se preserva su calidad. Cuanto más confort reúnan los alojamientos y hoteles que se construyen y mejore la de los que ya existen será uno de los principales elementos disuasivos de ese turismo masificado que nadie quiere y mucho menos Galicia.

Vigo seguirá siendo una ciudad industrial, marítima y pesquera, pero gana cada vez más fuerza el calificativo de turística. Lo demuestran los diversos eventos –Navidades, la Reconquista, el Marisquiño–, pero sobre todo las islas Cíes que son, después de la catedral de Santiago, el espacio más ambicionado por cuantos quieren venir al Noroeste. Han dejado de ser estacionales para convertirse en destino permanente, y por eso introducen la paradoja de ser el lugar más ansiado, y la principal amenaza de la masificación.

Por tanto, habrá que poner todas las cautelas para impedirlo, y la primera es ser previsores para que las visitas turísticas no aumenten hasta ser masivas, que en vez de traer beneficios reportan lamentos.

Pero ahora es tiempo de alegrarnos por la perspectiva de que se recupere el hotel La Chata, uno de los clásicos de cuando el puerto de Vigo era el Barajas de los viajes trasatlánticos.

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