El día que Rueda le respondió a la líder del BNG que reunirse con la oposición era obligatorio para el Presidente de la Xunta, había dejado sentadas dos cosas. La primera, que a diferencia de Feijóo no iba a hacer de estas reuniones un momento trascendente y excepcional como había ocurrido en la era Feijóo; la segunda, que ese criterio de normalidad, quitaba algunas banderas de demanda a la oposición y lo convertía a él en el primer protagonista de estas reuniones. Ya no era nada excepcional tener una reunión con el Presidente, porque el Presidente se afirmaba obligado a mantener encuentros de este tipo con los líderes de la oposición.

Y tanta excepcionalidad y trascendencia le sacó al hecho de reunirse con los otros líderes que, el primer encuentro, además de pasar comunicativamente casi inadvertido, acabó siendo casi irrelevante en su contenido. Rueda destacó de las reuniones, con Pontón y Formoso, los aspectos en los que estaban de acuerdo, Pontón los que estaban en desacuerdo y Formoso algunos de acuerdo y otros de desacuerdo.

Cada uno estuvo en su papel, Rueda coincidiendo en las demandas al Gobierno de Madrid pero sin atender a ninguna demanda a su propio Gobierno, Pontón demandando al Gobierno de Madrid y al de Galicia, y Formoso con más demandas al Gobierno de Galicia que al de Madrid, aunque, eso sí, coincidentes todos en el reclamo por los fondos Next Generation y en la demanda de más plazas MIR para Galicia, aunque ésta última tenga un lado estratégico y otro táctico de carácter universitario.

Como era previsible Rueda salió satisfecho y la oposición insatisfecha, y es que muy pocas veces este tipo de encuentros sirven para solucionar verdaderos problemas de los ciudadanos. Porque hemos llegado a un momento de la política, en que lo menos importante de una reunión entre líderes políticos es lo que hablan entre ellos, y ya desde antes de entrar en la reunión los políticos llevan preparado que es lo que tienen que decir en ella para poder luego construir el relato ante la opinión pública.

Eso es lo importante, el relato de la reunión. Por eso resulta imposible llegar a acuerdos en este tipo de reuniones porque si llegaran a un acuerdo, el contenido del acuerdo construiría un relato común a todos los actores del encuentro, y cada actor busca su relato particular, el relato que necesita su target.

Siempre que se llega a este punto aparece aquello de que este tipo de reuniones forman parte de la normalidad democrática; pero no es verdad. Tan democrático es reunirse como no hacerlo; la democracia no es un modo de construir acuerdos, es un modo de construir decisiones ante la existencia de desacuerdos, de brechas, de diferencias en la formas de ser, de obrar, pensar y sentir en las sociedades.

El problema es que en esta política de titulares y de fotos, apenas tenemos tiempo para que los líderes nos muestren los contenidos de las propuestas. ¿Qué va a hacer usted para cambiar mi vida?, se preguntan los ciudadanos, y la verdad es que llegado a ese extremo las respuestas se vuelven poco claras.

Después de cuatro décadas de hegemonía del PP en la Xunta de Galicia, no creo que los gallegos piensen que viven en una de las comunidades más prósperas de España; y esa es la pregunta a la que tiene que enfrentarse Rueda. Bien por la reunión, pero en qué va a cambiar la vida de los gallegos y las gallegas.

* Equipo de Investigaciones Políticas USC