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Xaime Fandiño

MÁS ALLÁ DEL GUETO CRONOLÓGICO

Xaime Fandiño

Solidaridad intergeneracional bidireccional

Si bien hay una cantidad de personas que, como sucedía con la mili obligatoria, van tachando físicamente en el calendario esperanzados y con determinación, los días que restan para su jubilación, a otras les sucede lo contrario. Cada vez que escuchan la palabra jubilación se les hace un nudo en la garganta. Los motivos para estas dos posiciones antagónicas son diversos e influye, para una u otra visión del futuro post-jubilar, bien disponer de una red social y de amistades afines establecida a lo largo de la vida más allá del puesto de trabajo, también tener aficiones, hobbies y proyectos vitales listos para desarrollar una vez liberado de compromisos lectivos o simplemente, la ilusión de continuar ejerciendo hasta el infinito por la coincidencia de un trabajo vocacional que prácticamente ha sido y seguirá siendo el leitmotiv de la existencia de ese individuo. Pero, para algunos casos, el aferrarse al sillón laboral viene condicionado por otras realidades relacionadas con factores tales como la pérdida de poder adquisitivo y el estatus, que dejan a la persona anclada en la continuidad de su ejercicio profesional, en calidad de empleado y alargando esta relación laboral hasta exprimirla al máximo. Además, cuando se producen las dos en simbiosis: sueldo+status, el amarre al curre es cruento, buscando todo tipo de vericuetos, fórmulas y argumentaciones para mantenerse el mayor tiempo posible en esa actividad asalariada.

Este perfil de aguantador se suele dar por ejemplo en algunos ámbitos de la función pública debido a la posibilidad de alargar la edad de jubilación hasta los setenta años. Se trata de colectivos que han ganado una plaza por oposición que lleva asociado un sueldo estable y regulado y que, en muchos casos, a medida que pasan los años, se incrementa debido a una serie de emolumentos como trienios, quinquenios, sexenios... así como de otros complementos de cargo y representación que, sumados a la base salarial suponen una elevación que algunas veces incluso supera el propio salario base. Llegado a este estadio, la persona con el tiempo se encuentra con una nómina muy sustanciosa de la que es difícil prescindir para pasar a cobrar lo estipulado en la pensión.

Así, el alargamiento de la vinculación laboral en esos ámbitos de la administración, lleva asociada la merma de convocatorias de nuevas plazas y, como consecuencia de ello, se produce un bloqueo generacional de acceso a la carrera funcionarial de jóvenes con capacidad y competencia y por lo tanto de poder iniciar un plan vital con un futuro más cierto. Una situación que si no se cambia, tiene visos de reproducirse en el futuro con las siguientes generaciones y esto, que en principio parece inofensivo, puede ser un germen para la gestación, aunque no lo expresen abiertamente, de una especie de edadismo laboral de los más jóvenes hacia ese colectivo que prolonga su empleo más allá de lo que estiman razonable. Si bien prescindir de las personas más longevas con un gran excedente de conocimiento puede ser una locura, también lo puede ser una continuación laboral dilatada desde el punto de vista de la renovación generacional. De hecho vemos como muchas de esas plantillas funcionariales arrojan medias de edad en torno a los cincuenta y tantos años.

El caso es que el tema no tiene fácil solución, pues es verdad que en muchas ocasiones, sobre todo en las científico-académicas o en otras en las que la experiencia y el conocimiento son un baluarte de primer orden, necesitan desarrollarse en toda su extensión más allá de la condición etaria de los individuos. Y, aunque en ámbitos universitarios ya se contemplan figuras post 70 años como la de emérito y ad honorem, están pensadas para dar continuidad a momentos ya de por sí bastante longevos.

Porque el tema es complejo y da para un acalorado debate -seguro que existe una casuística específica para cada circunstancia-, con el fin de que en el futuro nadie se sienta fuera de juego, es necesario comenzar a replantear desde ya, escenarios donde la solidaridad intergeneracional fluya en los dos sentidos: de los jóvenes hacia los mayores pero también en sentido inverso. De modo que los jóvenes no sientan o padezcan el bloqueo de las generaciones anteriores, ni que los mayores, a pesar de su conocimiento, queden reducidos a un gueto donde la participación activa se les complique. Los modelos del tipo emérito experimentados en la universidad, pero llevados a momentos menos dilatados en el tiempo en lo referente al inicio de su aplicación, pueden ser un referente de donde comenzar a beber. En poco tiempo, menos de lo que pensamos, pasar de los cien años en condiciones óptimas será algo normal. Esto permitirá, a las personas que así lo deseen, seguir alargando todavía más su vida activa, tanto desde el punto de vista operativo como intelectual, por ello, no estaría de más articular áreas participativas donde los individuos interesados, una vez cumplido un tramo laboral/contractual razonable, sigan utilizando su conocimiento sin verse obligados a aferrarse a esos puestos y roles anteriormente comentados, de modo que puedan continuar desarrollando su plan vital de forma productiva e intergeneracional, tanto para ellos como para la sociedad, pero alejados de cometidos de ocupación del tipo “empleo fijo” que tapone el acceso laboral a las nuevas generaciones y ello pueda provocar cualquier efluvio edadista, debido a un sentimiento de usurpación profesional, académica o científica, hacia aquellos que ocupan hasta el infinito un puesto laboral.

http://www.xaimefandino.com

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