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Ánxel Vence.

crónicas galantes

Ánxel Vence

Cerdos con mucho corazón

Es fama que del cerdo se aprovecha todo, incluyendo su rabito en forma de sacacorchos; por lo que no sorprenderá que los americanos –siempre en vanguardia– hayan trasplantado el corazón de un gorrino a un ser humano. Con éxito, por el momento.

La proeza de los médicos de Maryland dirigidos por Bartley P. Griffith abre la posibilidad de un suministro ilimitado de órganos en el caso de que tenga éxito. Se trata, sin duda, de un paso más en la rehabilitación de la imagen del puerco, tan a menudo desdeñado.

Naturalmente, la audaz cirugía que estos días asombra al mundo es el resultado de largas investigaciones al respecto. Un equipo del doctor Church, en la Universidad de Harvard, lleva ya años echándole riñones (y corazones y lo que haga falta) a la laboriosa tarea de modificar los órganos del cerdo para su trasplante a las personas. Para ello viene utilizando una técnica de edición de los genes denominada CRISPR, que permite limpiar de ciertos virus dañinos y otras porquerías las células del animal.

“La nueva utilidad de los marranos en el dominio de la medicina contribuirá, sin duda, a desagraviar a esta especie”

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El mentado CRISPR es un procedimiento que permite “editar” el genoma de parecida manera a la que un escritor pule las faltas de concordancia o los errores sintácticos de un texto. Más allá de la clonación de ovejas y gallinas, el método ayuda a personalizar el ADN para la obtención, pongamos por caso, de órganos trasplantables con bajo riesgo de rechazo.

En realidad, la idea de echar mano del simpático marrano como proveedor de repuestos para las piezas dañadas del cuerpo del hombre tiene ya un largo recorrido. Corrían los lejanos años noventa del pasado siglo cuando varios investigadores –entre ellos, los de un hospital de A Coruña– empezaron a explorar las posibles transferencias de órganos de cerdo a seres humanos.

Si este último paso quirúrgico en la cadena de investigación tuviese éxito, no dejaría de resultar paradójico que un animal de tan mala fama como el cerdo viniera a resolver –o al menos, paliar– el déficit de material para trasplantes.

Más allá de lo puramente gastronómico, la nueva utilidad de los marranos en el dominio de la medicina contribuirá, sin duda, a desagraviar a esta especie considerada impura por el islam y el judaísmo. Tan pobre era hasta ahora su fama que, años atrás, las autoridades sanitarias no dudaron en cambiarle el nombre a la gripe porcina por el más tranquilizador de “nueva gripe”.

No es este, por fortuna, el caso de España, donde al cerdo se le venera y hasta se le admiran los andares. Sobra decir que el cocido (preferiblemente, de Lalín) y el lacón con grelos son las bases históricas de la gastronomía gallega; del mismo modo que el jamón serrano o de bellota ha dado fama a España en todo el mundo. Por no hablar ya del excelso cochinillo de Segovia y las distintas preparaciones que hacen de este manjar una pieza esencial de la cocina cristiana de Occidente, sobre la que tanto y tan bien nos ilustró el maestro Álvaro Cunqueiro.

Tuvo que ser la ciencia la que redimiese por fin al cerdo, convirtiéndolo –si todo va bien– en fuente inagotable de piezas de repuesto para las averías del cuerpo humano. Habrá que ver lo que opinan los religiosos musulmanes y judíos sobre el asunto, eso sí. Pero es que hay gente que nunca está contenta.

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