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DESDE MI ATALAYA

Manuel Torres

Toca a lonxa

Recordamos hoy, y no sin cierta nostalgia, el atiplado sonido de la antigua campana, que llamaba diariamente, a los vecinos de la villa, a tomar parte en las operaciones de subasta de pescado y marisco, en nuestra Lonja Municipal. Estábamos todos tan familiarizados a su nocturna llamada, no demasiado hiriente, por otra parte, para ser realmente perturbador del tranquilo sueño de quienes reposaban en sus lechos, después de penoso ajetreo de la jornada. Tenía un tono suave, delicado y fino, pero también lo suficientemente fuerte para hacer congregar, en pocos minutos, en el interior del recinto de contratación pesquera, al mayor número de compradores y vendedores.

Su llamada era prontamente comentada en las tortuosas callejas, por pescantinas y exportadores, con frases tan cortas y precisas, como sobradamente expresivas de información. Por doquier, podríamos oir: - Toca a Lonxa, - ¿Hay xorelo? - Non, ven burás -Chegou xardiña - ¿A canto o cento? - A dous reás. Y como reguero de pólvora, cundía la noticia por el barrio pesquero de Cantodarea-Estrivela, hasta alcanzar los más distanciados lugares de las Pedreiras, la Rivera Mayor o la Banda del Río. Las pescantinas, tratantes y vendedoras, acudían entonces en tropel con sus cestas sobre la cabeza, para presenciar la subasta del marítimo alimento. Allí, unos tomaban posiciones frente a los lotes de pescado a subastar, y cantaban, con voz potente, la letanía de números que traducían a los exportadores, el valor decreciente de la mercancía, objetivo de la subasta. Otros, formando corro, más o menos nutrido, rodeaban al vendedor y su mercancía, herméticos e imperturbables, hasta que la voz, siempre espontánea, ponía fin a la subasta, haciéndose con la mercancía. Y, altas horas de la noche, o mejor, ya de madrugada, regresaban a sus hogares, con el articulo adquirido, que al día siguiente sería ofrecido en la Plaza, al alcance de todas las amas de casa.

Pero los tiempos cambian, las técnicas progresan, y los procedimientos tradicionales sufren radicales transformaciones. Y he aquí que hubo quienes han creído ver en la atiplada campana, llamando tímida y cautelosamente, por la noche a los compradores de la Lonja, un anacrónico instrumento que debía ser sustituido por otro más moderno de convocar a las gentes. Y consecuentemente, con un loable criterio de mejoramiento, pero al mismo tiempo, discutible fórmula de solución, un buen día, o mejor, una buena noche, aquella campana, dejó de sonar. Y en su lugar fue instalada una potente sirena que, con su estridente y atronador silbido, alteró la paz nocturna, no dejando conciliar el sueño a nadie. Y es que para ingeniosidades: “os de Marín”.

Y hoy, tantos años después, echamos de menos aquella campana y aquella sirena. La Lonja ya no es igual, ni tampoco su pujante emporio pesquero, base y sustento de nuestra economía. Por eso echamos en falta aquella llamada, que ya no oiremos más: “¡Toca a Lonxa!”. Y con este recuerdo a nuestro pasado, desearos que sigáis disfrutando unas Felices Navidades y que el Año Nuevo sea mejor para todos.

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