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Marta Gándara

Y aún así celebrarlo todo

Criticaban a Pío Baroja porque su sintaxis no era perfecta y le defendía Ortega y Gasset diciendo que corrección gramatical tenían muchos pero un mundo muy pocos, y que sin duda Baroja era uno de ellos.

Lo pensé leyendo una columna de Natalia Junquera, “El amor existe”. Pensé que su mundo prometía mucho por ese pedazo de artículo y en concreto por estas líneas: “Supongan que están en una cena con mucha gente y entre el parloteo y las convenciones es la persona con la que llegaron y con la que se irán la que provoca las mayores carcajadas o la que pronuncia la única frase que se recordará de esa noche”. Que la persona más interesante de la noche sea la persona con la que has llegado y con la que te irás.

Ayer comprobé que esa sensación era muy buena pero mejorable, cuando mi hija Ana se dedicó a mandarme fotos por WhatsApp de la cena que estaba preparando, mientras yo seguía en una reunión que se alargaba. Ella pretendía que me pareciera interesante volver a casa, que quisiera darme prisa. Sé que es algo muy pequeño, pero no lo había pensado antes; que estés fuera y estés recibiendo mensajes de dentro, de que te esperan, de que todo va bien pero iría mejor si vas. La sensación de que una persona quiere hacer y tener una historia contigo pero sin necesidad de que sea una gran gesta, sino que alguien te quiera para lo cotidiano.

"Yo seguía en una reunión que se alargaba. Ella pretendía que me pareciera interesante volver a casa, que quisiera darme prisa"

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Ana lleva cuatro meses estudiando en EE UU. Ha estado bien allí y no. Tiene la ligera impresión de que ha aprendido cosas sin tener claro cuáles, aunque solo con escucharla resultan muy obvias. Regresó por vacaciones hace cuatro días y da gusto verla, ver cómo lo celebra todo: que estemos a 16 grados, comer en una terracita frente al mar por unos pocos euros, que le pongan una galleta con el café, que la ensalada lleve aceite de oliva, que haya un baño siempre limpio en casa o entender las bromas de la mesa de al lado. También celebra mucho las farolas, el volver a casa por las noches sabiendo dónde pisa y a quién tiene enfrente o detrás.

Celebras una simple farola y acabas teniendo un mundo bastante bonito dentro, de esos que hacen buena cualquier sintaxis, cualquier vida, incluso cualquier Navidad.

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