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María Luisa Domínguez

Alta velocidad: el nuevo camino de cambio para Galicia

Hoy termina un sueño y empieza otro. En este preciso instante, me gustaría desvelar la parte más desconocida en el corazón de este cambio, la que han vivido de forma silenciosa las mismas personas que lo han hecho posible. Es de justicia reconocer la dimensión del reto que han superado, así como la enorme oportunidad que se abre ante nuestros ojos.

La línea de alta velocidad a Galicia es una historia única de ingeniería, de contribución y, sobre todo, de servicio público. Es una obra propia del siglo XXI en la que se ha intentado maximizar el impacto para las personas y reducirlo al mínimo para el medio ambiente.

Desde el punto de vista técnico, se trata del proyecto ferroviario más complejo que se ha puesto en servicio en España. Sin ir más lejos, en este último tramo Pedralba-Ourense se ha conseguido atravesar el imponente macizo montañoso con una línea prácticamente recta y horizontal construyendo 31 túneles y 32 viaductos, algunos de ellos kilométricos. Hemos tenido que romper paradigmas, colaborar más que nunca e innovar en varias técnicas para encontrar las mejores soluciones.

Hemos extremado el respeto al entorno. Atravesamos parajes tan singulares como delicados, llenos de vida y de historia. Hemos topado con vestigios históricos desconocidos que ahora pueden ser disfrutados. Hemos generado economía circular y gestionado millones de metros cúbicos de residuos. Algunos contenían minerales peligrosos que hemos tratado con técnicas creadas ex profeso junto a la Universidad de Santiago de Compostela para velar por unas aguas que son otro de los tesoros del camino.

Esta historia no solo es la de los profesionales de Adif que han trabajado con sigilo hasta hacerlo realidad, sino la de una apuesta continuada por el transporte más sostenible. Varios gobiernos de distinto signo político han invertido para ello 5.500 millones de euros solo en el tramo que va de Olmedo a Ourense. Sin olvidarnos de la Unión Europea, que tanto ha invertido en el desarrollo de nuestro ferrocarril.

Esta historia es, sobre todo, la de muchas empresas que demuestran por qué la ingeniería española es referencia en el mundo; la de personas del campo, que han visto sus tierras expropiadas; la de funcionarios y cargos de administraciones locales, autonómicas y estatales; la de voluntarios y trabajadores de diferentes colectivos que han participado en las distintas fases –desde que esto era solo una hoja en blanco– para garantizar que el resultado fuera el mejor posible.

Cuando pasemos a 300 km/h será difícil apreciar todo esto. Además, estaremos ya pensando en lo siguiente, que ya está en marcha. En pocos meses, la línea no se parará en Madrid y estará conectada con toda la red de Alta Velocidad, la mayor de Europa. En algo más de un año, la liberalización brindará una oferta mayor para todos los viajeros del corredor gallego. Continuamos, además, mejorando las conexiones con las principales ciudades gallegas y sus nuevas estaciones intermodales –algunas de ellas verdaderas referencias internacionales, como Vialia Estación de Vigo– y seguimos reforzando el Corredor Atlántico para relanzar el ferrocarril como eje de la movilidad para todos los gallegos.

Galicia estará más y mejor conectada para vivir, para trabajar, para viajar y para ser visitada. “Desgraciado el que muera sin soñar”, reza uno de los versos más célebres de Rosalía de Castro. Hoy, lo que parecía un sueño para nuestros ingenieros, para los gallegos y para los que amamos Galicia, se ha cumplido. Pero no nos podemos conformar. Soñemos que una tierra que ha dado tanto al mundo pueda ahora recibir mucho más.

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