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Xoel Ben Ramos

Género climático

La de ayer en Glasgow fue una ovación sin fin para recordar a todas las mujeres y niñas del planeta. Un clamor morado inundó la ciudad escocesa para reclamar de gobiernos e instituciones (sean estas públicas o privadas) un enfoque de género en la acción climática. En un momento como el actual donde la cuestión importa y mucho, porque son ellas las que en contextos vulnerables –y la crisis medioambiental lo es– siempre se llevan la peor parte.

Amanecía la COP26 con buenas intenciones, puesto que la organización dedicaba la jornada del martes, entre otros temas, a la “Promoción de la igualdad de género en la acción climática”. Sin embargo, ya se sabe que las buenas intenciones acaban empedrando el infierno cuando no van acompañadas de algo más. Y eso mismo fue lo que se vivió, una jornada de algo más porque si a esto del clima le encontramos difícil solución peor parte se llevarán las mujeres de seguir este camino. Y lo contaron muy gráficamente, Andrew Harper, enviado de ACNUR –la Agencia de la ONU para los Refugiados– a la COP26 y la poeta sudanesa-americana Emithal Mamhoud, embajadora de buena voluntad de esta organización, quienes recordaban que cada año más de veinte millones de personas se ven obligadas a abandonar sus hogares por los eventos climáticos extremos, los llamados refugiados climáticos. Y en la mayoría de casos tienen rostro de mujer: un 80% según esta agencia.

"Cada año más de veinte millones de personas se ven obligadas a abandonar sus hogares por los eventos climáticos extremos; un 80% son mujeres"

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Por eso ayer nadie estaba contento en la COP26, porque el cambio climático no es tan neutral como cabría esperar, al final siempre lo sufren más ellas. Hasta la propia organización tuvo que mirar para otro lado cuando se detallaban porcentajes de representación femenina en las agencias gubernamentales, en los ministerios o en los organismos regionales, porque más de la mitad son hombres y la brecha se agranda conforme aumenta el poder de decisión. Y todo esto ocurre cuando el planeta es femenino. Porque en los países menos desarrollados vemos que son ellas las que lideran la revolución agrícola y crean la base de la comunidad: cultivando, cuidando y educando. Lo mismo ocurre allí donde las mujeres encabezan la defensa de las grandes masas verdes que son su sustento, por desgracia ellas mueren más. Sin embargo, no participan al mismo nivel en la toma de decisiones y esta demanda resonaba en todos los foros: las mujeres indígenas –el sur global– necesitan tener voz y las políticas públicas deben considerar sus necesidades y vulnerabilidades.

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