Una vez más, y es muy de lamentar, da la impresión de que aquí la atención a los asuntos de Estado que afectan a Galicia solo ocupa a la Xunta y, más en concreto, a su presidente. Alguien dirá que es su obligación, lo que es cierto, y que sería el colmo que no lo hiciera, que también. Pero esa soledad en este país no es buena para lo común, para la defensa de lo que a todos debiera importar, además de otra prueba de que a la oposición, en su doble vertiente parlamentaria –la de aquí y la de allá–, les pasa lo mismo pero al revés: o está muerta o mal enterrada. O “distraída”.

El introito se relaciona de lleno con las respuestas que, acerca de la alianza levantina para la reforma de la financiación autonómica, se han producido aquí. Que en contabilidad resumida, y con la excepción del señor Feijóo, suman ninguna. Al menos las procedentes de un nivel operativo, quizá porque la patronal está en reconstrucción, los sindicatos in absentia, el BNG ensimismado reflexionando, como su jefa, y el PSdeG dedicado a tiempo completo a la preparación de su día más largo. Que llegará cuando, en el congreso regional, deba decidir quién guiará sus destinos y liderará su supervivencia en el futuro cercano.

Lo peor de todo es que, entre tanto, los hay que aplican el viejo consejo, adaptado a los tiempos que corren, según el cual lo que conviene es “ir a Madrid rogando, pero con el mazo dando”. Entendido el uso de la herramienta para trabajarse lo que quieren, al mismo tiempo que ponen de su parte lo necesario. Por eso tienen ya en marcha su Corredor Mediterráneo de mercancías ferroviarias y ahora van, Valencia y Cataluña con Baleares, a la búsqueda de un nuevo sistema de financiación que, a partir de la base del número de habitantes, les favorezca más que a los demás.

Claro que, hablando de respuestas, no puede quedar sin comentario la que aportó la encargada suprema del apartado económico, la vicepresidenta primera y ministra de eso, doña Nadia Calviño. Tenida por la lumbrera que ilumina el camino por el que ha de transitar España para cumplir con Bruselas, además de encargarse de que aquí las cuentas no se descuadren mucho, ha contestado a la iniciativa financiera mediterránea diciendo que “es un asunto que llevará años”. Algo muy parecido a lo que dijo el señor Sánchez durante el debate de la moción de censura.

En este punto no se trata solo de resaltar el escalofrío que seguramente recorrerá el espinazo de no pocos expertos al constatar la coincidencia –lógica, eso sí– entre la ministra y el jefe del Gobierno. También la ambigüedad, que suele ser el modo de escabullirse ante un problema al que no se le encuentra solución, es la contestación elegida por doña Nadia. Y los precedentes, casi siempre desfavorables a lo que a Galicia conviene, demuestran que, otra vez, al que madruga Dios le ayuda, o al menos el Gobierno de don Pedro. Y no se dice por los usos horarios, que en Levante le ganan minutos a Poniente, sino porque allí cuando tocan a rebato para defender lo que importa al común, se presentan todos a la hora y en perfecto estado de revista. O sea, lo contrario que aquí. Por eso pasa mucho de lo que pasa.