Opinión | inventario de perplejidades

Sobre el abuso de superioridad

Si hay alguna conducta humana especialmente odiosa esa es el abuso de superioridad. Y ya no digamos si como consecuencia de ella se produce una matanza. Estos días las televisiones nos sirven horripilantes escenas de los bombardeos desatados por el ejército de Israel contra la población palestina en la Franja de Gaza. La excusa de que se trata de una respuesta defensiva proporcionada al ataque previo, o a las provocaciones, de las milicias de Hamás no es creíble ni siquiera para los más simpatizantes con la causa hebrea. La superioridad militar israelí está fuera de toda duda y, por si no bastase con el despliegue del armamento convencional, ahí tenemos en tenebrosa reserva el arma atómica. Porque Israel, con solo diez millones de habitantes, es uno de los nueve países que disponen de lo que Einstein llamó el “arma definitiva”. Aunque nunca lo ha reconocido.

A propósito de todo ello y a sabiendas de que nunca se debe exagerar el vicio de la autocita reproduzco un texto mío sobre una cuestión que no parece tener arreglo: “Hará cosa de diez años, el secretario norteamericano de Defensa, Robert Gates, declaró entender el deseo de los dirigentes iraníes de hacerse con armas nucleares porque están rodeados de países que sí disponen de ellas, como Pakistán, India, Rusia e Israel. La posibilidad de que tal cosa suceda es problemática porque la solución pasaría no solo por desnuclearizar Oriente Medio, la zona más conflictiva por sus reservas de petróleo, sino también por extender esa medida al resto del mundo. Y no sabemos de ningún perro que quiera quedarse voluntariamente sin dientes.

Todo esto me trae a la memoria la extraña aventura en que se vio envuelto un querido pariente, el capitán mercante Francisco Cousillas, que mandaba el barco en el que se trasladaron secretamente a Israel 200 toneladas de uranio para fabricar las primeras bombas atómicas de ese país. Era el mes de noviembre de 1968 y Cousillas estaba entonces en el puerto de Hamburgo a cargo del ‘Scheersberger A’, un carguero de 6.000 toneladas con bandera liberiana de conveniencia, cuando los armadores le ordenaron tomarse unas vacaciones junto con su tripulación para permitir que otra firma contratase el barco a ‘casco desnudo’ por un mes. Se trata de una práctica corriente en la marina mercante (chárter) y Paco cumplió la orden hasta que lo llamaron para que se hiciese de nuevo con el mando el 6 de diciembre en el puerto italiano de Palermo. Le extrañó bastante que no quedase reflejado en el libro de a bordo el rumbo que había llevado el barco durante su ausencia. Hizo una serie de averiguaciones infructuosas por su cuenta hasta que nueve años después toda la prensa internacional se hizo eco de un comunicado de la CIA en el que se desvelaba la clase de cargamento que se había trasladado a Israel. En realidad, el ‘Scheersberger A’, tripulado por agentes del servicio secreto israelí, llevaba en sus bodegas 200 toneladas de uranio procedentes de un país africano con destino a una central nuclear secreta del desierto del Neguev”. El texto que va entrecomillado nadie lo ha desmentido.

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