Sin la menor intención de ejercer de pitoniso, hay que reconocer que esto de las vacunas se veía venir. Especialmente si se tiene en cuenta el precedente de las mascarillas y los respiradores pero –de momento– sin la solución de que cada cual se las arregle por su cuenta. Una salida que no será tan sencilla como la de recurrir a mecenazgos y ayudas privadas para el abastecimiento porque en el fondo del actual desbarajuste hay una batalla económica y política, y ésas, aquí, han sido siempre palabras mayores. Incluso más que la salud, por lo que se ve.

Esa batalla, que no pocos denuncian, se debería al interés comercial europeo de frenar el expansionismi ruso ahora en materia farmacéutica. Algo –la supuesta estrategia de Bruselas– que puede romperse con iniciativas como las de los presidentes Puig y Ayuso, de Valencia y Madrid, que ya han preguntado, y quién sabe si contratado, acerca de la Sputnik V –de “victoria”– que, si se cierra, podría ser la operación que catapulte a doña Isabel a la otra “V” el día 4 de mayo. Y si aparece el factor electoral, la perspectica de evolución del lío es mucho peor aún.

Este asunto, el de la centralización o no del remedio teórico contra la pandemia, aporta la sorpresa del apoyo a las tesis del Gobierno central a favor del control unitario de las vacunas expresado por el señor Feijóo. Sorpresa que se deriva de hechos como el del fracaso anterior del “mando único”, tan criticado por don Alberto, y que además discrepa con el de su compañera de partido que se la juega en Madrid. Aunque haya quien no se extrañe, vistas las discrepancias anteriores, también públicas, entre los dos destacados referentes del Partido Popular.

Algunos, especialmente malévolos, podrán atribuir el desacuerdo al deseo del presidente de la Xunta de llegar a la entrevista de hoy con el ministro Ábalos sin demasiadas afirmaciones hostiles al gabinete del que forma parte el ministro, por si se complica el objetivo de eliminar “flecos” en las promesas –sobre infraestructuras– realizadas en la entrevista anterior. Y como don Alberto ya hizo crítica sobre la eliminación del estado de alarma sin aclarar las dudas jurídicas que supone para las autonomías en la lucha contra la pandemia, conviene no pasarse.

En todo caso, el asunto de las vacunas, en el que volvió a pifiarla el presidente Sánchez –que anunció el martes que agosto marcaría un hito y en veinticuatro horas pasó de esas musas al teatro de la realidad–, tras la suspensión de las dosis de AstraZeneca, las contradicciones de la Agencia Europea del Medicamento y los confusos informes de la OMS es ya una ceremonia dramática de la confusión. Y como el miedo es libre, los esfuerzos de quienes gobiernan, donde quieran que sea, deberían orientarse a serenar los ánimos de los gobernados, algo que a día de hoy se consigue mediante la llegada masiva de vacunas de garantía para su aplicación rápida y generaliza. Sean made in USA, China, Rusia o el Reino Unido y Suiza. La clave está en que funcionen, no de dónde vengan.

¿Eh?