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Joaquín Rábago.

360 grados

Joaquín Rábago

El virus le debe una a Díaz Ayuso

Dijo la presidenta madrileña con su desparpajo habitual que España le debía una por haber conseguido echar al líder de Podemos del Gobierno de coalición de Pedro Sánchez.

Pero quien le debe una, quien debe de estarle reconocido a Isabel Díaz Ayuso, más allá del natural agradecimiento de los dueños y clientes de bares, restaurantes y garitos por haberles permitido mantener sus locales abiertos, es el maldito COVID-19.

El virus, que se alimenta de los contactos interpersonales, está de enhorabuena en Madrid con todos esos jóvenes que, copa en mano y mascarilla en la muñeca o el bolsillo, manifiestan en las calles o en los pisos turísticos de la capital su irrefrenable alegría de vivir y, de paso, su total menosprecio de los demás.

Émula de Donald Trump por vía de ese Rasputín particular que responde a las iniciales de MAR, la líder del PP madrileño se ufana ante sus ciudadanos y el resto del mundo de su modelo de ciudad, que parece atraer, como la luz a las luciérnagas, a los hedonistas de allende los Pirineos.

De nada servirá que la mayoría de los ciudadanos, jóvenes incluidos, que vivimos aquí nos sacrifiquemos respetando escrupulosamente las recomendaciones y restricciones para frenar al virus mientras tantos irresponsables se dediquen a burlarlas noche tras noche.

Volverán inevitablemente a subir los contagios –lo están haciendo ya y de modo acelerado– y la presidenta madrileña culpará una vez más al Gobierno de la Nación de haber permitido la llegada indiscriminada de turistas extranjeros como si su propia gestión de la pandemia no tuviese nada que ver con lo que sucede.

Díaz Ayuso y su equipo seguirán abusando de la palabra “libertad” cuando lo que más falta hace en este momento es, por el contrario, solidaridad

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Y mientras tanto –estamos en intempestiva campaña electoral– Díaz Ayuso y su equipo seguirán abusando de la palabra “libertad” cuando lo que más falta hace en este momento es, por el contrario, solidaridad.

Solidaridad con los enfermos y con el personal sanitario que hace día y noche esfuerzos sobrehumanos para salvar vidas. ¿O es que, desde que no aplaudimos cada tarde desde los balcones, nos hemos olvidado tan rápidamente de ellos?

Díaz Ayuso, que se ve ya como la gran triunfadora de las elecciones del 4 de mayo gracias a su discurso entre trumpista y poujadista, habla ya de bajar otra vez los impuestos en Madrid. ¿Será acaso para atraer a esos youtubers que han fijado su residencia oficial en el paraíso fiscal andorrano porque sienten que en España han de pagar demasiado a Hacienda por los millones que ganan gracias a la publicidad con sus nimiedades?

Mientras tanto uno lee en un diario nacional un excelente reportaje sobre los médicos y demás personal sanitario obligados a emigrar a otros países europeos porque, acabada su formación, no encuentran aquí trabajo y, cuando lo encuentran, es provisional y apenas da para vivir.

A Díaz Ayuso parece preocuparle más el futuro de los bares y del turismo que el colapso de los centros de salud primaria o el hecho de que en nuestro país haya solo 76 médicos de familia por cada 100.000 habitantes frente a 123 de media europea o que falten en este momento 120.000 enfermeras.

Y, sin embargo, a juzgar por los sondeos de intención de voto, hay cientos de miles de conciudadanos dispuestos a seguirla por esa huida hacia delante: más consumo, más contaminación, más destrucción del planeta. Es el nuevo modelo de sociedad egoísta e insolidaria. La llaman “libertad”. ¡El maldito virus está de enhorabuena!

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