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Luis Quinteiro Fiuza

Padre y hermano, como San José

Como cada año, nuestra diócesis se prepara en estos días para la celebración del Día del Seminario de 2021. La celebración de Año Jubilar de San José nos ayuda a encauzar esta celebración siguiendo las pautas de la Carta Apostólica del Papa Francisco Patris corde. Nuestro primer objetivo es conseguir que la festividad de San José, Patrón de nuestro Seminario Mayor y modelo de los sacerdotes, tenga una relevancia especial. Y más pensando en las circunstancias que estamos afrontando en medio de esta pandemia.

En su Carta Apostólica, el Papa Francisco nos presenta a San José como un padre siempre dispuesto a hacer la voluntad de Dios y entregado por completo a la misión que la Providencia le confió. En estos momentos de nuestras vidas agradecemos al Papa que nos presente a un santo tan querido por él y que nos lo proponga como un modelo a seguir para todo cristiano, en especial para todo sacerdote. Lo mismo que San José afrontó las dificultades de la vida con la humildad, la inteligencia y la valentía de un padre generoso, también nosotros estamos llamados a seguirle en este camino con el ánimo que él nos transmite y con la esperanza de la fe que el Señor nos concede.

Nuestros seminarios necesitan fijar la atención en la figura de San José y abrir nuestros ojos al modelo de su vida en íntima comunión con la de Jesús. En el hogar de Nazaret María y José educan paternalmente al Hijo de Dios para su misión. También nuestros Seminarios son el hogar donde se gesta y se educa la misión de los futuros sacerdotes diocesanos. Los seminarios Mayor y Menor son realmente un presbiterio en gestación. En ellos, la presencia cercana y tierna de San José en cada comunidad formativa, al lado de María y en estrecha colaboración con el misterio de su maternidad, sostendrá nuestros esfuerzos para ofrecer a nuestra diócesis y a la Iglesia pastores misioneros según el corazón de Dios.

Con razón se entiende que los seminarios sean el corazón de nuestra diócesis. Pero corremos el riesgo de que tal afirmación se quede en una figura retórica si olvidamos los deberes elementales que hacia ellos tenemos todos los diocesanos. En primer lugar, los sacerdotes como pastores del pueblo de Dios a quienes nos corresponde mantener la cercanía espiritual y física de nuestras parroquias y comunidades con nuestros seminaristas y promover entre nuestros jóvenes la vocación sacerdotal. Muy importante y decisiva es la oración y el apoyo de las Comunidades Contemplativas, así como las de la Vida Religiosa y los Consagrados en tantas ocasiones en que su cercanía y su experiencia son indispensables. En la relación de comunión de nuestra diócesis con nuestros seminarios, los padres cristianos tienen un lugar esencial puesto que su generosidad es el cauce de toda vocación consagrada. También a nuestros catequistas les estarán siempre en deuda la diócesis y nuestros seminaristas. Es el pueblo de Dios, al fin, el que por todas partes y en toda circunstancia sostiene la vida y la misión de nuestros Seminarios.

Luchemos todos por darle vida a nuestros seminarios. En ellos está el futuro de nuestros pastores. Pidamos sin descanso al dueño de la mies que envíe obreros a su mies : “Rogad, pues, al Señor de la mies , que envíe obreros a su mies” ( Mt 9,36 ). Así nos enseñó el Señor a pedir por las vocaciones. Oración que ha de ser constante, pero que se intensifica al llegar estas fechas en la que las comunidades eclesiales de todo el mundo se unen con un solo corazón y deseo en esta petición común.

Tenemos necesidad de sacerdotes que hagan presente a Cristo, buen Pastor, que ha venido a proclamar la buena noticia a los pobres y la libertad a los cautivos. Necesitamos sacerdotes que impulsen, promuevan y lleven a cabo la inmensa tarea de la evangelización. Nuestra diócesis necesita sacerdotes que tengan coraje para ir al encuentro de los jóvenes, de los alejados, de los marginados. Sacerdotes capaces de iluminar la fe y la vida de tantas personas que viven hoy en situaciones difíciles. Hoy sigue siendo una tarea apasionante ser testigos de Dios en el mundo y entregar la vida por completo a esta vocación sacerdotal. Es verdad que la nueva evangelización no se llevará a cabo sin los seglares. Pero la mayor participación de los seglares en esta gran empresa eclesial, ya los estamos viendo, necesitará de la presencia de muchos sacerdotes y consagrados.

Pidamos con fuerza al Señor por las vocaciones sacerdotales y por nuestros seminarios que las acogen y las acompañan. Que el Señor nos conceda el don de nuevas vocaciones al sacerdocio para que en nuestra diócesis nunca nos falten pastores que sirvan y conforten al pueblo de Dios. Que san José bendiga a nuestros seminarios y proteja siempre a nuestra diócesis.

*Obispo de Tui-Vigo

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