Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Santiago Lago Peñas.

Eucaliptos, moratoria, sentidiño

Entiendo perfectamente que una persona, propietaria de un par de hectáreas de monte, opte por plantar eucaliptos. Una inversión moderada, escasos cuidados y una rentabilidad razonable con una tala en un período relativamente breve, gracias a lo que bien que se da esta especie en la mayor parte de Galicia. Entiendo también a los alcaldes que defienden que sus ciudadanos puedan optar por esta vía para generar ingresos que se quedan en el territorio. El problema es que estas son visiones de corto alcance, incapaces de aprender las implicaciones colectivas y agregadas que un ciudadano o un responsable político con perspectiva de país debe priorizar siempre.

A falta de un censo actualizado, existe un consenso entre los expertos del sector de que el eucalipto ha seguido extendiéndose en los últimos años y que se está acercando, de forma paulatina, a ocupar la mitad de la superficie arbolada de Galicia. Si no es todavía un monocultivo, se está aproximando a ello. Y esto plantea un triple problema.

En primer lugar, sabemos que la diversificación de activos y riesgos es fundamental. Tanto por eventos coyunturales, como cambios estructurales. Ejemplo de lo primero es la pandemia, que nos ha demostrado la debilidad que supone depender excesivamente del turismo, por ejemplo. Muestra de lo segundo es la enquistada crisis de un Ferrol extremadamente dependiente de los astilleros públicos y la armada; o los dramas que se están gestando, si nada lo frena, en las comarcas en las que se encuentran las dos térmicas o la fábrica de Alcoa. Los cambios en los mercados, las tecnologías, o la geografía de los sectores se pueden llevar por delante, en cuestión de meses, el bienestar cimentado en una apuesta que monopolice la estructura productiva.

En segundo lugar, las plantaciones de eucaliptos no son, desde luego, lo mejor para cuidar y mejorar el paisaje gallego. Un muy interesante estudio de los profesores Albino Prada, María Xosé Vázquez y Mario Soliño de hace ya quince años demostraba esto con claridad y solvencia. Y cuantificaba lo mucho que los gallegos estarían dispuestos a pagar por una apuesta por paisajes dominados por otras especies autóctonas. Esto es muy interesante porque justificaría y motivaría subvenciones a otras especies que podrían alterar la ecuación de rentabilidad económica privada a favor del eucalipto que citaba al principio de la columna.

En tercer lugar, el futuro (ya a corto plazo) es la madera y el papel certificado para conservar la biodiversidad y el medio rural. Es la apuesta de las autoridades europeas y españolas, de las multinacionales y de los ciudadanos. Una certificación que es incompatible con una dominancia desordenada del eucalipto. Por tanto, si dejamos que las decisiones privadas e individuales decidan la ordenación y composición global de nuestra masa forestal, nos encontraremos muy pronto con un gravísimo problema de rechazo de la producción gallega, con una caída de precios que arruinaría esa ecuación de ganancias que se asocia hoy al eucalipto. Y no hay que perder de vista que, en Galicia, la práctica totalidad del monte está en manos privadas. A diferencia de otros territorios, la propiedad pública es poco más que testimonial.

Por todo lo anterior, y teniendo en cuenta la lentitud de los procesos de reordenación territorial y productiva, lo que toca ahora es pactar una estrategia de país con vistas a 2030, como estación intermedia, y seguramente 2040 como estación término. Una estrategia que tenga en cuenta todo lo anterior; que anticipe apuestas con muy buenas perspectivas como el nogal o el castaño, entre otras especies arbóreas; que aproveche el enorme potencial de las tierras abandonadas y que contemple el rural gallego como lo que es: un inmenso recurso que muchos querrían para sí. Y en esta estrategia, una moratoria para evitar que el eucalipto se siga expandiendo es más que razonable y está justificada. Toca parar y comenzar a hacer las cosas de otra manera. Nos lo agradecerán nuestros hijos y nuestros nietos.

*Director de GEN (Universidade de Vigo)

Compartir el artículo

stats