El 2021 en curso tiene que alumbrar una nueva realidad para Galicia. No será la de la vuelta a la normalidad, la antigua u otra diferente, porque nada podrá ser igual que antes, mal que nos pese, después del maldito virus que ha trastocado nuestras vidas. El arranque no puede ser peor. La tercera ola irrumpió desbocada tras las fiestas de Navidad. Por muy bien que transcurran las cosas, aún tardaremos un tiempo en librarnos de las mascarillas y las restricciones. Sí lograremos con la vacunación y el avance en los tratamientos frenar el horror que causa un enemigo tan invisible como dañino. Con cada nuevo año iniciamos una etapa distinta. En este queda marcado como nunca un cambio de ciclo porque la pandemia está actuando como un potente acelerador de transformaciones sociales y económicas. Hay que asumirlas rápido, aprovecharlas para liberarnos de la angustia y planificar el futuro agarrados a alguna certidumbre. No queda otro camino.

Las circunstancias que encaramos desde marzo obligan a tener claras las prioridades con las que afrontar las hojas del calendario que restan por delante. Solo eso debería bastar para que una sorpresa tan inesperada como fue la del COVID no volviera a descolocarlo todo. El objetivo primordial sigue siendo terminar cuanto antes la pandemia como condicionante absoluto de nuestros destinos. Al margen de los optimistas pronósticos iniciales sobre el ritmo de vacunación, trastocados a las primeras de cambio por la escasa disponibilidad de las dosis y dependientes de la aceptación ciudadana de la profilaxis, si en junio están inmunizados los internos de las residencias, sus cuidadores, los sanitarios y la población mayor de 70 años, habremos conjurado la peor consecuencia del coronavirus: su alto precio en vidas entre la población vulnerable.

Ese paso de gigante, inmunizar lo más pronto posible a la población, permitirá que la sanidad deje de constituir el centro absoluto de los esfuerzos. De ahí la urgencia en administrar la vacuna. Y volverá la política en la plena extensión de la palabra. Porque más allá de la batalla prioritaria contra la pandemia, crucial para salvar vidas y economías, que aún durará meses, quedan pendientes tareas acuciantes en múltiples frentes. Muchas de ellas desatendidas por las administraciones ante la magnitud del combate contra el virus. La lucha contra el contagio monopolizó hasta la fecha las actuaciones. Llega el momento de gobernar más allá de las urgencias médicas y hospitalarias. De fijar apuestas. De retratarse definiendo proyectos. Nos va el futuro en ello.

"La comunidad cuenta con un Presupuesto aprobado. El mayor de su historia, como ningún otro desde la consecución de la autonomía. Toca reinventar la Galicia del futuro"

La comunidad cuenta con un Presupuesto aprobado. El mayor de su historia, como ningún otro desde la consecución de la autonomía. Toca reinventar la Galicia del futuro y ha de hacerse con celeridad. Si se cumple lo prometido, si no estamos ante más falsedades, pronto deberíamos ver cómo circulan los primeros trenes en pruebas por la esperada línea de alta velocidad con la Meseta. Una obra gigantesca, como gigantescas han sido las mentiras sobre sus plazos. Aún así, tras más de dos décadas de trámites y obras, y siete plazos incumplidos desde la primera fecha prevista para su inauguración en 2010, su puesta en funcionamiento debe servir de revulsivo para contribuir a diseñar esa nueva Galicia a la que aferrarse. Pero no hace justicia el Gobierno recortando inversiones en la comunidad con el pretexto de que este año tendremos por fin el AVE terminado. Porque es mentira. Para empezar, el área más poblada de la comunidad con Vigo como epicentro, sigue sin tener conexión directa. Ni está ni de momento se otea en el horizonte. Y hasta que lo que esté, la alta velocidad no estará completa. Mientras Portugal ya ha priorizado la línea de AVE con Vigo, apostando decididamente por ella frente al eje Lisboa-Madrid, no ocurre lo mismo con el Gobierno central aunque ahora vaya de la mano con el luso en busca de fondos europeos para su construcción. Como también sin plazos, como siempre, sigue la salida sur de Vigo. Ni los inquilinos de ahora en Moncloa ni los anteriores se han puesto a ello. Eso sí, en estudios informativos nadie nos gana. El Corredor Mediterráneo acelera, el Atlántico sigue relegado. Un desafío a la parsimonia con la que se manejan estos proyectos.

En la captación de fondos europeos algunas comunidades, como el País Vasco, anticipándose con un programa concreto de actuaciones para el que reclama 5.700 millones de euros, tomaron claramente la delantera. La Xunta, que aspira a conseguir una parte sustancial de esos fondos, avanzó las suyas y debe acelerar las todavía pendientes, acertar con las iniciativas, articularlas con ingenio, capacidad y eficiencia, diseñar una estrategia ganadora que suponga un salto adelante en la necesaria modernización del tejido productivo gallego. De ese acierto, dependerá en buena medida el relanzamiento económico de la comunidad. El reparto que haga Moncloa de esa fabulosa financiación será sin duda crucial para ese objetivo, del mismo modo que no darle buen uso sería inadmisible. Otra vara de medir el compromiso con esta tierra. De las compensaciones para las industrias electrointensivas qué contar tras los sucesivos mazazos. A ver cómo son capaces de arreglarlo las administraciones sin que se resientan gravemente grandes industrias de este territorio.

La economía atraviesa peligrosas curvas. La transición verde y digital que propugna la UE apremia a repensar Galicia, elevarla sobre nuevas y cimentadas estructuras. Sostener el tejido productivo, sin agrandar sus daños estructurales, proteger la actividad y alentar otras opciones. Urgen tratamientos de choque y alternativas basadas en proyectos reales, no globos sonda. Algunos expedientes temporales de regulación –que afectan a 34.000 trabajadores– derivarán en despidos definitivos. Habrá que seguir auxiliando a los que salen tocados del envite para que no se hundan y, en paralelo, propiciar medidas dinamizadoras y regeneradoras de la actividad. Por no continuar hablando de la merma de la productividad, de la tantas veces aplazada reforma de la función pública, del apoyo decidido a la innovación y la ciencia, de la digitalización pendiente que aparecen como enormes retos en el horizonte y que es preciso asumir sin más demoras.

Jamás olvidaremos a los que nos han dejado. Nunca agradeceremos lo suficiente el titánico y ejemplar esfuerzo de quienes llevan casi un año luchando en la primera línea contra el virus, empezando por el personal sanitario, cuya actitud ha sido y lo sigue siendo ejemplar. La pesadilla continúa pero hay ganas de volver a vivir sin tanto miedo, sin el temor permanente a la pérdida de vidas, de empleos, de condiciones de vida. De la eficiente y diligente gestión de nuestros gobernantes, sobre todo, y de la actitud responsable de todos depende. Confiemos en que así podamos hacerlo muy pronto, en cuanto la extrema situación sanitaria actual mejore sustancialmente y que todos estemos a la altura de las circunstancias para arrimar el hombro. No dar más tiempo del ya dado al virus es decisivo para empezar a ganar.