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CRÓNICA POLÍTICA

Javier Sánchez de Dios

La buena intención

Ha dicho, el señor presidente Feijóo que la decisión de establecer más restricciones a la actividad y movilidad ciudadanas en un buen número de concellos gallegos se tomó, además –como es lógico– de para proteger la salud pública, para intentar salvar la Navidad, en su sentido económico, sobre todo, aunque seguro que estaría pensando también en las costumbres de reunión familiar. Y es una buena intención, a pesar de los daños que causan a sectores mercantiles ya muy castigados desde el comienzo de la campaña. Y conviene insistir: las medidas son necesarias aunque los más perjudicados las tengan por injustas: dura Lex, sed Lex.

Lo que quizá sorprenda de ellas es el aire de cierta confusión con que se van tomando. La produce el mero hecho de establecer, seguramente por prudencia, fechas aproximadas para activarlas, reducirlas o suspenderlas cuando ninguna de esas opciones depende de la autoridad sanitaria propiamente dicha, sino del coronavirus mismo, por más que parezca algo propio de Pero Grullo. Y en esta situación, lo único seguro son los daños materiales, directos o indirectos, que las medidas causan a los objetivos que paradójicamente se pretenden alcanzar con ellas.

Hay además, siempre desde un punto de vista personal, otro efecto colateral: el desconcierto que entre la población produce la evidencia de que la ciencia no es capaz, como parece obvio, no ya de curar, sino de prevenir con eficacia una pandemia como esta. Por eso tiene que recurrir a remedios que, desde el confinamiento doméstico o perimetral a las distancias o las mascarillas, se utilizaban antes de que Fleming descubriese la penicilina. O la mera higiene, y que no se deduzca una crítica hacia la medicina o la sanidad española o gallega: el problema es planetario y la confusión y el miedo derivado de ella, también.

Es precisamente en circunstancias como estas, en las que solo habían pensado unos pocos “visionarios”, cuando se echa de menos lo que otros muchos han reclamado en vano: un esfuerzo en imaginación y recursos para fomentar la investigación en todos los terrenos, pero sobre todo en las ciencias que tienen por misión salvar a los seres humanos y no solo en hacer más cómoda y fácil la vida de unos cuantos. Y no se trata de lamentarse por lo que no se hizo, sino más bien de repasarlo para mediante las correcciones precisas y oportunas, evitar que se repitan los errores.

Podría replicarse la opinión que antecede insistiendo en lo fácil que parece criticar los hechos consumados. Pero no es esa la intención, sino más bien aprovechar la oportunidad que incluso una tragedia concede para, pensando en común, evitarla cuando llegue otra que –no se sabe cuándo– sin duda llegará. Una previsión que debe extenderse más allá de lo sanitario hasta lo laboral, lo financiero y lo social y que para hacerse efectiva necesitará, además de ayudas a posteriori, pero eficaces de verdad, una reforma estructural de buena parte del sistema vigente. Una reforma –que no revolución– solicitada por algunos en la crisis del 2008/2012, pero que nunca se intentó siquiera. Ahora hay otra oportunidad, pero para aprovecharla no bastará con las buenas intenciones. Habrá que ponerse a ello cuanto antes.

¿O no...?

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