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Javier Sánchez de Dios.

Las conexiones

Tendrán que ir con cuidado los que se encarguen de despertar a este país para que defienda los intereses colectivos, no sea que caigan en tentaciones radicales. Tarea difícil en cualquier caso, sobre todo porque nadie sabe muy bien quién o quiénes habrán de asumirla ni qué bazas podrán manejar para conseguir algún éxito. Y no es probable que aquellos/as a los que en teoría se les asigna estén dispuestos, o preparados, para dar respuesta adecuada. Pero que nadie se engañe: no se plantea así el asunto por desdén hacia los políticos, ya que en la historia reciente de Galicia quienes han fallado no han sido solo –ni todos– ellos.

También lo hizo el resto de las “fuerzas vivas”. Los sindicatos, casi siempre con las luces cortas hacia sus propios asuntos; la patronal, agónica e incapaz de resolver siquiera sus problemas internos, no es un modelo ideal, aun en el supuesto de que tuviese influencia allende Pedrafita. Y en cuanto a la Xunta, su peso político se reduce cada vez más al propio espacio geográfico; huérfana de aliados efectivos, apenas llega a plantear soluciones a los problema de todo tipo que sigue padeciendo este Reino y que empeoran por inercia, ya que cada día se hacen más urgentes, dañinos y extensos. Y ya no son solo el AVE a Madrid, sino la ganadería y/o la riqueza industrial, por citar alguno de los ejemplos con riesgo de aislamiento de Europa y el resto del mundo.

La conexión ha de realizarse de forma prioritaria a través de los puertos, los aeródromos, la carretera y el ferrocarril tanto para viajeros como –especialmente– para mercancías. Pero promesas, compromisos y plazos están sin cumplir salvo por tierra o vía aérea, aunque esta sin coordinar los aeropuertos, cada uno haciendo la guerra comercial por su cuenta y perjuicio de todos, excepto de la terminal portuguesa de Oporto Así, ni los viajeros tienen lo que demandan, ni los productos del occidente peninsular pueden competir en condiciones de igualdad con los del Levante.

Ayer mismo, este periódico insistía de nuevo en advertir acerca de la amenaza que suponen para el equilibrio estratégico territorial de España, y más en concreto para el Noroeste, los planes del gabinete de Sánchez con respecto a los Corredores Ferroviarios de Mercancías por alta velocidad. Uno de ellos, el Mediterráneo, desarrolla su proyecto con el apoyo de todos los interesados, e incluso Moncloa prepara pactos con Italia y Francia para extender los beneficios. Mientras, el otro Corredor –el Atlántico– está en pañales, sin que se muevan más papeles que los de los periódicos.

Cada día la influencia del Noroeste es más escasa y quienes podrían intentar aumentarla no se toman la molestia: aquí, las gentes capaces e importantes vienen a disertar –lo que no es poco, pero insuficiente– sobre el futuro, en Valencia están todos, el año entero, trabajando unidos para llevar adelante un proyecto común. Por eso se aludía en el introito a la necesidad de prudencia: a este paso, si se quieren resultados, surgirá alguien que sin otra alternativa acabará gritando lo de “a las barricadas”. Pero no cabe duda de que ese tipo de recursos tampoco serían solución.

Conste...

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