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Ceferino de Blas.

Los tópicos de los viajeros

Cuando el puerto de Vigo era la estación término de decenas de miles de viajeros que se trasladaban entre las ciudades de Europa y América, existía una sección periodística titulada "De viaje", en la que se recogían los nombres de la gente importante que llegaba o embarcaba.

Es lástima que no exista una relación completa de cuantos famosos pasaron por Vigo, porque enriquecería la categoría cultural y social de la ciudad.

Aunque algunos no descendieron a tierra, como Albert Einstein, se mostraron entusiasmados con su belleza. Hubo otros que vinieron exprofeso para quedarse o en tránsito.

A principios del otoño de 1920, es decir, hace ahora un siglo, arribó el escritor inglés Mr. Aubrey F.G. Bell, para estudiar la vida y la literatura de Galicia.

De aquella experiencia legó un libro de viajes -"Galicia vista por un inglés", como titula Galaxia, en versión gallega-, que sirve para rememorar cómo era la ciudad que vio.

Tras atracar en el "Arlanza", buque de la Mala Real Inglesa, que cubría la travesía de Southampton a Río de la Plata, desembarcó en Vigo, pero al día siguiente emprendió viaje hacia Porriño, rumbo a Ourense, para recorrer después las otras provincias: Lugo, A Coruña y Pontevedra.

No se ocupa de Vigo hasta que regresa desde Arousa, lo que le permite comparar las Rías Baixas. Confiesa que primero le pareció la más bella la de Arousa, pero al contemplar la de Vigo ya no se atrevió a otorgar el premio a ninguna.

Más que describir Vigo, Bell ratifica la opinión tópica que circulaba sobre la sociología de la ciudad, lo que demuestra que se había documentado. Subraya que, a diferencia de Coruña, que es una ciudad "risueña", Vigo es una población donde se valora el trabajo.

Sin duda estaba al tanto del viejo tópico del refranero, de que "Coruña se divierte, Santiago reza y Vigo trabaja".

He aquí su impresión: "Vigo, no satisfecho con la belleza de su emplazamiento ni con la bondad de su clima, nos enseña la lección, aparentemente olvidada en todo el mundo, de que la felicidad no consiste en la riqueza ni en el ocio, sino en el trabajo hecho con entusiasmo".

Completa la reflexión con esta frase: "Hay un aire de determinación en las caras y muestras de actividad bulliciosa por todas partes".

Es la misma impresión que produjo a otros viajeros que llegan a Vigo por esta época, como Julio Camba, que tras salir de la estación percibe una sensación de enorme vitalidad.

Los viajeros han contribuido a lo largo de la historia a divulgar y fortalecer los tópicos de los lugares por donde pasan. Incluso han sido los impulsores, en sus países de origen, de leyendas, negras o blancas, de las regiones visitadas. ¿Qué piensa un inglés de Galicia? Sin duda lo que le han contado sus viajeros.

Ya no los hay como los de hace un siglo. Ahora son turistas. Los que quedan, de los que recorren un territorio con intención de "estudiarlo" y conocerlo a fondo, ya no se enfrentan a las penalidades de sus antecesores. Existen mejores comunicaciones y las nuevas tecnologías facilitan la tarea.

Todavía se escriben libros de viajes excelentes, pero circulan más las guías turísticas, menos literarias y más funcionales para sus usuarios. Más que analizar la sociología de la gente, proporcionan datos y describen lugares para que los turistas decidan.

Ninguna de estas guías turísticas incide en que los vigueses son trabajadores y la ciudad bulle de actividad, como se decía hace un siglo, aunque siga siendo así.

Los tópicos y el refranero responden a la realidad, y aunque la maticen no la desmienten. Es evidente que Vigo está hecho a golpe de esfuerzo e inteligencia. No se habría producido el enorme salto de los cincuenta mil habitantes de hace cien años a los trescientos mil de ahora, si los vigueses no se hubieran aplicado a construir una gran ciudad.

Es la perspectiva en que se fijaron Mr. Aubrey F.G. Bell y otros visitantes que hace un siglo estuvieron en Vigo, como el gran periodista Alejandro Barreiro, el escritor argentino Francisco Grandmontagne y el balear Circer, que publicaron sendos artículos.

De cuanto escribieron lo que más gustó es que "han esparcido por ahí la visión exacta de este Vigo, cuyo mayor orgullo se cifra en los callos de sus manos y en los guarismos demostrativos de su constante progreso". Así lo interpretó un analista de la época.

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