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El testamento que dejó Amalita

Amalita Domínguez Búa fue una señora de armas tomar, cuyo matrimonio sin descendencia con Luís Martínez Gendra, no resultó precisamente feliz, por decirlo de alguna manera. Ese capítulo no viene a cuento ni resulta elegante en esta historia, pero la mención parece obligada para entender bien lo que finalmente ocurrió.

Hija de José Domínguez, personaje influyente en Bueu, Amalita ejerció allí como maestra, aunque luego pidió una excedencia. En una u otra situación, siempre encontró tiempo para estar en el comercio de la Oliva y no perder de vista el negocio puesto que su marido no podía hacerlo directamente.

A menudo era habitual verla muy cerca de las cajeras más populares, Margarita o Luisa, vigilando su trasiego diario en los cobros a unos y otros. Por esa razón, algunos clientes la bautizaron maliciosamente con el sobrenombre de "la judía". Como centinela en activo, no pasaba una.

A su reingreso en la docencia fue destinada al colegio de Gargallones, en Campolameiro, y siguió utilizando su bicicleta de motor para sus desplazamientos, componiendo una imagen que llamaba la atención.

Fatalmente, la tarde del sábado 9 de marzo de 1968, Amalita resultó gravemente herida por atropello de una motocicleta en la calle Salvador Moreno. Los médicos no pudieron hacer nada por salvar su vida y falleció al día siguiente a causa de una embolia cerebral, cuando solo contaba 63 años.

Siempre previsora en su vida cotidiana, Amalita había hecho testamento con antelación y su esposo, que desconocía el contenido por completo, quedó anonadado cuando se enteró de todos los detalles. La finada repartió sus principales bienes entre el Ayuntamiento de Bueu y las Hermanitas de los Desamparados de Caldas de Reis.

A su pueblo donó un gran edificio que hoy lleva su nombre tras una notable restauración. La Sala Amalia Domínguez Búa hace las veces de un centro cultural multiusos, que desarrolla una notable actividad -exposiciones, conferencias y presentaciones- bajo la gestión del Concello de Bueu.

Y a las Hermanitas de Caldas de Reis correspondió la parte de Amalita en el negocio de la casa comercial Luís Martínez Gendra. Cuentan quienes conocieron aquel asunto endemoniado, que las monjitas se mostraron implacables por medio de sus abogados en la reclamación de sus derechos sobre tales bienes. No hubo manera de alcanzar un convenio razonable.

El asunto terminó en un enrevesado pleito judicial que no pintó nada bien para un marido atribulado y sumido en una gran desolación por partida doble, tanto personal como económica.

El quebranto económico para la librería de aquella partición societaria resultó considerable, hasta el punto de que algunos creen que terminó por desencadenar el principio del fin. Entonces comenzaron a torcerse de verdad las cosas para don Luís con su corazón partido sin remedio alguno.

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