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Detesto ser tan crítico. Pero no tengo opción. La gestión política de la pandemia en España no llega, ni de lejos, al aprobado. Padecemos el coste de una doble fragmentación.

A escala estatal, tenemos la mayor fragmentación política de nuestra historia. Gobierna una coalición con escaso apoyo parlamentario y a la que le cuesta funcionar de forma coordinada y sin tensiones graves, porque tiene planteamientos muy distintos en muchas cosas. Y enfrente tiene una oposición que no ayuda. Algunos porque tienen otros intereses parciales prioritarios (Cataluña) y otros porque tienen posiciones ideológicas en el extremo opuesto (Vox). Ciudadanos está haciendo el esfuerzo, pero una parte de la coalición no les quiere. Y el PP, que podría ser la pieza que garantizase la gobernabilidad, no está dispuesto siquiera a sentarse, dejando al margen las razones fundadas que puede tener para la desconfianza. Así las cosas, seguimos sin presupuestos, sin saber qué vamos a hacer con el Fondo europeo de reconstrucción, y sin reformas de calado desde hace años. Son excepción los ministerios que se escapan a la parálisis; el de Trabajo y poco más.

A escala autonómica, la crisis ha demostrado lo que algunos venimos denunciando desde hace tiempo. Nos falta anclaje institucional para afrontar choques comunes como lo es esta pandemia. El Estado autonómico no está respondiendo bien al desafío y la descoordinación y la falta de cooperación y lealtad; véase lo que está ocurriendo en la Comunidad de Madrid.

Probablemente, los gallegos tengamos una visión menos negativa, porque el virus nos ha golpeado con menos fuerza, porque el Sergas es bueno y ha funcionado mejor que otros servicios sanitarios autonómicos y porque, hay que reconocerlo, el gabinete de crisis de la Xunta respondió rápido y firme desde marzo hasta la campaña electoral con una actitud constructiva en sus relaciones con el Gobierno central. Desafortunadamente, el proceso electoral y la constitución de la nueva Xunta parece haber generado un efecto aletargamiento que es particularmente inoportuno. Hay que volver a ponerse las pilas.

Se está pidiendo desde diferentes ámbitos y yo no puedo estar más de acuerdo. Es el momento de las renuncias y los pactos. De dejar aparcados egos y posiciones maximalistas para encontrar los puntos de acuerdo de los grandes partidos españoles; y entre los distintos niveles de gobierno. Los políticos, en su conjunto, nos están fallando.

*Director de GEN (Uvigo)

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