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Doblan las campanas

Ya son muchas las semanas en las que las empresas resultan injustamente tratadas, y de una manera tan absurda y gratuita.

Llevamos mucho tiempo soportando la presión y los ataques de ciertos representantes políticos, algunos en el más alto nivel ejecutivo. No se atisba ni el menor síntoma de reconocimiento por nuestra innegable labor como generadores de empleo y riqueza, ni como contribuyentes a las arcas públicas.

Poco ha importado que hayamos solicitado medidas fiscales, facilidades financieras, menor burocracia, mercado único o, algo imprescindible, seguridad jurídica. Desde el principio han sido continuos los ataques al Diálogo Social generando inoportunos e indeseables roces y desavenencias con las organizaciones empresariales, escaldadas con tanto agravio. Incluso hemos escuchado desprecio hacia los empresarios en algunas declaraciones. Gobernar así no parece democrático ni elegante, y empezaban a escucharse las campanadas.

Sobrevino entonces el cese de actividad impuesto por el Covid-19, de un día para otro. Una medida dura que los empresarios asumimos con resignación y lealtad, conscientes de que era necesario para contener la epidemia. Primero las personas, salvar vidas.

Pero llegaron decretos con nocturnidad, rectificaciones, descoordinación, duelo de competencias entre ministros... Y mientras, se hacían oídos sordos a las justas reclamaciones de quienes tuvimos que echar la persiana y cesar toda actividad sin posibilidades, en la mayoría de los casos, de generar ingresos. Y se nos exigió cumplir con todas nuestras obligaciones. El sonido de las campanas llegaba cada vez más fuerte.

El último palo que hemos recibido, esta misma semana, fue el acuerdo para la derogación íntegra de la reforma laboral como moneda de cambio de un gobierno incoherente, parte del cual exhibe con orgullo y desfachatez inconsciente su ideología anticapitalista, y cuyos efectos sobre la economía son nefastos.

La reforma laboral que quieren derogar dotó al mercado laboral español de flexibilidad en un momento crítico, aproximándonos a las condiciones de países de nuestro entorno inmediato y evitando males mayores. Quizás tenga que modificarse, pero con diálogo entre las partes y no con acuerdos inconvenientes, en tiempo y forma. No será la panacea, pero puede ser una de las claves para frenar el deterioro económico que nos amenaza.

Los empresarios defenderemos nuestro medio de vida por todos los medios a nuestro alcance, vengan de donde vengan ataques y amenazas, porque somos responsables y conscientes de que buena parte del empleo y de los recursos públicos provienen de nuestra actividad.

Se trata de sobrevivir. Está en juego el futuro de este país, el de las generaciones presentes y futuras. No los próximos 15 días de prolongación del estado de alarma. La Humanidad es un ejemplo de superación, de adaptación, de supervivencia. No cometamos la torpeza de condenar a las empresas, de extenuarlas hasta la inanición.

El sonido de las campanas llega atronador, dejen de tocarlas o conseguirán su objetivo. No dediquemos ni un segundo de nuestro tiempo en otra cosa que no sea intentar recuperar lo que ya teníamos y quizás no valorábamos lo suficiente: la vida, la familia, los amigos. También los puestos de trabajo y las empresas.

Si siguen por este camino, como en la obra de Hemingway, no se pregunten por quién doblan las campanas, doblarán por todos nosotros.

*Presidente de la Confederación de Empresarios de Pontevedra

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