Dice el antiguo refrán, desde el optimismo, que no hay mal que por bien no venga. Y aunque es del todo cierto que resulta difícil de aceptar en estos tiempos, y más aún de cara a los que se avecinan, la historia ha demostrado que algunas veces ocurre. Sobre todo cuando quienes deben buscar el modo se afanan en encontrarlo sin condiciones previas ni sospechas mutuas. Especialmente para dar el primer paso, imprescindible: poner de acuerdo al máximo número posible de grupos políticos, sociales y económicos, desde sindicatos a empresas. Cuantos más, mejor.

Y algo añadido: es preciso no perder tiempo, porque en Galicia no lo hay. Las estadísticas que FARO DE VIGO acaba de publicar sobre el paro actual y previsto, el desplome del PIB y la urgencia de encender la maquinaria productiva lo dejan claro. Y coinciden con los llamamientos patronales y las reclamaciones sindicales, matizadas éstas por su proximidad -visible y palpable en lo que a las estatales se refie

Cercanía que pueden discutir los aludidos, por supuesto, pero que se comprueba con un repaso a sus posiciones públicas: están en las hemerotecas.

La oportunidad a que se refiere quien escribe es la de la Fiesta del Trabajo de hoy. La previsible ausencia de manifestaciones -salvo que se repita otra insensatez gubernamental como la del 8/M- permitirá que no se renueve la inútil competencia sobre la respectiva capacidad de convocatoria. Que, dicho sea de paso, va de capa caída y permitirá cierto sosiego para reflexionar. Y, dado el panorama, quizá no estorbe un repaso de los últimos fracasos sindicales a la hora de movilizar, que algunos relacionan con la antigüedad de esus estructuras y lo decrépito de su ideología.

Dicho todo ello, conviene otra observación, que seguramente será recibida como sugerencia utópica pero que no por ello ha de eliminarse. Se trata de que este día de hoy se aproveche la especialísima circunstancia de la pandemia para dinamizar un acercamiento entre los sindicatos y los sectores más dinámicos que, como autónomos, pymes, comercio y un amplio abanico de actividades ubicadas en territorio intermedio, forman parte del tejido sustancial de la economía de Galicia. Pero no se habla de integrar -hay grupos que ya lo están- sino de acercar. Punto.

Se ha insistido en que el mundo que llegará tras el Covid-19 será "nuevo", adjetivo que Pedro Sánchez repite ahora como un mantra. Y resulta probable que lo sea, sobre todo en lo económico y lo laboral, pero casi nadie osa asegurar que será un mundo mejor y más justo. Y no se trata de rematar una epístola moral: solo de opinar -acaso desde el escepticismo que suele acompañar a los bastantes años cumplidos- acerca de que equidad y mejoría son posibles, pero difíciles. Sobre todo si hay quienes se afanan en dividir a la sociedad en bloques enfrentados, radicalizados y obsesionados en impedir la confluencia. Que es lo que pasa aquí.

¿O no?