Era apenas un niño, cuando una brillante profesora de latín, pretendía acercarnos al mundo romano. Las caras incrédulas, la lejanía de los relatos, lo soporífero de la hora (después de comer) hacían fácilmente presagiar una más que deficiente atención; pese a todo, los esfuerzos de aquella profesora por transmitirnos aquel vibrante mundo lleno de batallas, conquistas, conspiraciones políticas, en definitiva de lucha por el poder, no decaía y ese esfuerzo daba sus frutos, pues un buen porcentaje de la clase, quizás movidos por los gustos cinéfilos de la época en la que necesariamente nos veíamos obligados a escoger entre vaqueros o romanos, habíamos escogido romanos (algo de lo que nunca me arrepentí). Allí conocí el arte de la oratoria de Cicerón, las conspiraciones políticas de Catilina, la traición de los más allegados "Tú también, Bruto, hijo mío"; pero por encima de todo ello, una figura llamó poderosamente mi atención, se trataba de la figura de un tribuno, el tribuno de la plebe, el cual era elegido por sufragio (de ahí viene plebiscito) entre aquellos que no tenían "gens" ,pues estos últimos pertenecían a las familias políticas, que tradicionalmente estaban al lado del emperador. Ni que decir tiene, que en una sociedad perfectamente estratificada como lo era la romana, los patricios abominaban a los tribunos por su origen "popular y democrático".

Pues bien, las actuales circunstancias políticas y sociales, pese al paso de los siglos, no han variado en esencia y hoy siguen siendo los patricios, pertenecientes al poder por lazos de sangre o cama los que detentan el poder al lado de emperador, al tiempo claro está, que conspiran contra él. Véase si no a D. Pablo, "el Patricio", nieto de militante socialista condenado a muerte por el franquismo (conmutada), hijo de militante del conocido grupo terrorista FRAP, e hijo a su vez de letrada sindicalista, "de raza le viene al galgo" la huelga, el escrache, en definitiva la revolución, hasta el punto que la sigue alentando desde el propio gobierno del que forma parte (apretad, les decía a los agricultores, o fomenta y aplaude caceroladas contra el Rey), como si con él no fuera, pretendiendo desgastar de este modo al " emperador".

Siempre fueron iguales estos patricios, revolucionarios y conspiranoicos, pero eso sí: viviendo en grandes mansiones y siempre, siempre al lado del poder.

No es de extrañar, que este perfil choque frontalmente con la figura del "tribuno de la plebe" de D. Amancio, el cual, sin haberse presentado a elección alguna goza del amor, beneplácito y agradecimiento de su pueblo, por su magnanimidad, bonhomía, ejemplo de humildad, sacrificio y trabajo, siempre alejado de los focos del poder, por los que se matan los patricios. Solo con un objetivo: ayudar a mitigar el sufrimiento a sus compatriotas, bien a través de donaciones multimillonarias, en la lucha contra el cáncer, o poniendo toda su logística al servicio y disposición del Gobierno del "emperador" y sus "patricios" aun a sabiendas, que estos últimos le desdeñan. ¡Roma Eterna!