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Tribuna libre

Ventanas rotas

La teoría de las Ventanas Rotas es un experimento de psicología social que se realizó en 1968 en la Universidad de Stanford (EEUU). Nada que ver con la teoría del caos; el de aquella mariposa que podía provocar un huracán con su aleteo. Pero, a nuestro entender, con un enorme paralelismo con lo que ocurrió en el Casco Histórico de Ourense.

Una pequeña rotura de las reglas, un vidrio en el estudio de Philip Zimbardo, puede desencadenar el caos en un área residencial. Porque un cristal roto trasmite una idea de abandono, de desinterés, de ausencia de normas. Poco a poco la escalada de actos es mayor, se vuelve insostenible y desemboca en una actitud irracional.

Así, salir del local a fumar, se convierte en poco tiempo en un grupo de gente que se arremolina a las puertas del negocio en una amigable charla. En otros locales, ya copa en mano, nacen nuevos corrillos. Lo excepcional se ha convertido en cotidiano. No es un murmullo, son gritos y la música nos invita a bailar. Molestamos a los residentes.

Las calles y plazas son rápidamente conquistadas por terrazas, y si nadie lo remedia, acabarán engullidas por los negocios. No se puede caminar por las aceras y apenas queda sitio en los estrechos callejones. Nuevas formas de ocio, nacidas de la mano de la crisis florecen y se consolida el botellón. Consumiciones lowcost se adueñan de parques y jardines. La inacción de las autoridades y la falta de alternativas de ocio para los jóvenes ayudan a que sea una realidad, dejando su huella ecológica allí por donde pasa, que un batallón de limpieza pretende maquillar. El ocio campa a sus anchas.

El exceso de aforo convierte los espacios públicos en váteres llenos de vómitos, orines y excrementos; vasos y botellas abandonados y rotos. La movida ya no tiene glamour. Gritos en la calle impiden el descanso. Las protestas vecinales van creciendo y son rebatidas con insultos. Los más afortunados venden sus viviendas. Quedan los desheredados. Resisten los más combativos.

Con las reglas rotas aparecen locales ilegales. El vandalismo se ha implantado en la noche del barrio y el vecindario lo sufre con nocturnidad. Los grafiteros, las drogas y el alcohol son parte del escenario nocturno. Un inframundo nacido en la oscuridad por la desidia de las autoridades, que no inspeccionaron las licencias de locales y terrazas ni vigilaron el volumen de la música. No queremos ser un barrio devaluado.

Las pequeñas faltas que no se controlaron a tiempo ahora son un problema de orden, de seguridad y de salud pública. Conocemos el problema, las consecuencias y lo que se ha hecho mal.

Queremos reconstruir este barrio antes de su descomposición basándonos en el respeto, en la educación y en una nueva cultura urbana. Un barrio sostenible en una ciudad sostenible.

(*) Presidente de la asociación O Cimborrio

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