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Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La narcoalianza

A estas alturas, todavía sin resolver algunas claves de la política postelectoral y por tanto con la atención general -más o menos intensa- puesta en ese terreno, conviene recordar que todo lo demás también existe. E incluso merece seguimiento, especial cuando se refiere a la seguridad ciudadaba, que si en Galicia ha mejorado, mantiene focos de inquietud. El más imperante se refiere a la actividad narcotraficante, enquistada en una parte del litoral con relevancia en comarcas concretas; una mafia que, pese a la encomiable tarea de las fuerzas policiales, aún constituye una amenaza seria para las gentes y la imagen de este Reino.

Hay algunos observadores que, no sin razón y tras reconocer los avances que se han dado en la lucha contra esa actividad delictiva, expresan inquietud por la capacidad de supervivencia que demuestran algunas organizaciones de narcos. Un dato que se debe no ya al amplio campo que para la recluta de miembros le proporciona el volumen de su repugnante negocio sino porque a día de hoy permanece la duda de si los recursos, tanto nacionales como internacionales, de que se dispone para conseguir la erradicación de esas bandas son suficientes o no.

(No conviene escandalizarse ni buscarle tres pies al gato en la opinión -personal- que se deja escrita. En otros asuntos, del todo diferentes pero de gravedad, se ha echado de menos, y aún se denuncia ese déficit, una asignación adecuada de medios de todo tipo para lograr el objetivo. Y en ese sentido se han repetido las demandas de los hombres y mujeres que llevan a cabo directamente la tarea y que no son tanto una crítica contra los gobiernos cuanto una llamada de mayor atención al enorme problema social, económico. moral y de seguridad pública que significa una mafia que, como la hidra multiplica sus cabezas.)

Esa dificultad, que pone en riesgo muchas vidas, hace que noticias como la publicada por FARO DE VIGO acerca de una alianza entre narcotraficantes gallegos y magrebíes debería provocar una reacción colectiva. En apoyo de los Cuerpos y Fuerzas que han de combatirla y para respaldar a los gobiernos que habrán de aportar los recursos que se necesiten. Porque acabar con esa lacra es un objetivo prioritario, tanto como el que más y que por ello no debe ser sometido al regateo presupuestario que casi siempre se produce a la hora de distribuir los recursos. El maldito negocio de los narcos es una epidemia que ha de cortarse de raíz.

En términos de país, procede recordar, y reconocer, el esfuerzo colectivo del Parlamento de Galicia que, hace ya unos cuantos años, redactó y aprobó por unanimidad dos estudios y sus correspondientes propuestas para analizar a fondo y redactar y actuar con mayor eficacia todavía contra la red narcoreaficante. Red mafiosa que dio lugar a que, con injusticia y desenfoque, algunos equiparasen a Galicia con Sicilia. Nunca hubo, ni hay, semejanza, y para evitar que pudiera llegarse a ello en el futuro hay que modernizar y adecuar los instrumentos de lucha, desde los materiales a los legislativos sin descuidar ese flanco de las narcoalianzas. Son otra cabeza de la hidra que hay que cercenar.

¿O no?

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