En Galicia existen muchos espacios de excelencia. Definir qué es la excelencia no es fácil, sobre todo si quieres poder abarcar realidades muy diferentes. Pero es sencillo identificarla cuando se ve. Además, la excelencia es más frecuente hoy que hace 20 años. Existen multitud de empresas y grupos de investigación que operan a escala europea e incluso mundial sin complejos. Tenemos un sistema sanitario público que ya quisieran para sí el 95% de la población mundial. Lo anterior me llena de orgullo y esperanza. Porque demuestra que nuestro país podría ser incluso mucho mejor de lo que es. Bastaría con que aumentaran las islas de excelencia y, sobre todo, lográsemos interconectarlas más y mejor.
Pero para eso necesitamos varias cosas. Destacaré tres, a las que habría que añadirle, sin duda, la superación de los localismos. La primera, una sociedad civil más comprometida y exigente. No podemos recluirnos en nuestro microcosmos ni dejar todo a la decisión de los responsables políticos. La segunda, una administración pública mucho más innovadora y constructiva. La administración no puede ser un freno a las iniciativas que buscan avanzar. Un ejemplo: hoy no es posible que un profesor universitario de la USC o la Uvigo imparta docencia en varias universidades gallegas o que un grupo de investigación cuente simultáneamente con investigadores en los campus de Vigo y A Coruña, por ejemplo. Y la administración está obligada a evaluar continuamente sus procesos y programas, a realizar ensayos pilotos para hacer las cosas mejor y renunciar a lo que no consigue los objetivos que se persiguen. Y la tercera, mucha mayor colaboración entre universidades, por un lado, y empresas, instituciones y sociedad, por otro. Es un despilfarro que la universidad gallega no funcione como un cerebro auxiliar para el entorno. Cierto que hay valiosos contratos y conexiones. Pero podría multiplicarse por diez la interacción actual. Todos ganaríamos.
*Director de GEN (Universidad de Vigo)
